Dado que esta vez hemos estado muchos días en el destino y que para muchos puede resultar aburrido el diario de viaje habiendo tantos días, he considerado en este caso, utilizar este apartado para dar una idea general de los distintos sitios que hemos visitado (que seguro que es más interesante para la mayoría de los visitantes), y después de esto, sí que incluiré el diario de viaje propiamente dicho, para los muy fieles a estas páginas.
Por tanto, explicaré cómo es y lo que es más o menos interesante de cada uno de los destinos en que hemos estado:
Gran Sabana
Es para mí la parte más floja del viaje, pero no por ello interesante. En caso de visitarla, recomendamos hacer como nosotros y poner este destino al principio del viaje para que resulte más atractivo. Como toma de contacto está muy bien, pero después de ver otros lugares, seguramente decepcione al que vaya.
La Gran Sabana es un parque nacional que es atravesado por la ruta 10, carretera que une Venezuela y Brasil. Nosotros hicimos 2 noches en lugar de 3, con lo que no llegamos a Brasil. El plan de Gran Sabana es ir en 4x4 por carretera. El inicio es la troncal10 que está bien asfaltada, pero una vez nos adentramos en el parque sin seguir la carretera, ya se trata de caminos de tierra con generosos socabones, piedras y ríos a tu paso. En una experiencia estilo Paris-Dakar en muchos tramos pero también es cierto que es mucho coche y relativamente pocos puntos de parada interesante.
Eso sí, tiene paradas realmente increíbles, como un mirador que nuestro guía Carlos denominaba "El mirador místico", que es una montaña con suelo de piedra por el que se sube, desde el cual hay una abertura desde que se ve desde encima una panorámica de selva espectacular. Más adelante se para en el Salto del Aponwao, al que te llevan en curiara (embarcación de los indios pemones) los propios indios pemones para acceder a la cascada. Es una auténtica maravilla: unos 120m de altura y un caudal bastante grande. La ves desde arriba, luego bajas una senda y se ve desde abajo, luego te alejas y se ve con perspectiva ... increíble. Merece la pena desde ahí ir a la Poza del Amor, que es una cascada pequeñita que está a 15 minutos a pie desde la base del Aponwao en un sitio bastante recogido con una poza para bañarse. Ya que uno está ahí, merece la pena el paseo, desde el que además se ve una vista lejana del Aponwao increible.
Más adelante hay 2 o 3 saltos más de agua dignos de verse. Unos son unas cascadas gemelas, otro una cascada bajita pero bastante ancha donde en lugar de parecer que caiga agua da la sensación de que fuese Coca Cola. Se ven nidos de termitas en forma de pequeños volcanes que aparecen a cientos en enormes esplanadas ... vamos, que el destino está muy bien, lo único, que los hay aún mejores.
Algo malo en nuestra ruta por la Gran Sabana fue el ataque de los puri puri, un mosquito muy muy pequeño que apenas hace ruido, y que cuando pica, pica como si fuese el doble de grande que uno normal. Incluso sangra la picadura. Yo tuve unos cuantos recuerdos, pero con Mercedes se cebaron a conciencia. Ni velas antimosquitos, ni sprays ni nada parecía frenarles.
Canaima
Uno de los sitios más increibles de Venezuela. El parque nacional de Canaima es donde se ubica el Salto del Ángel, que con 990m de altura es el salto de agua más alto del mundo. Se trata de una zona preciosa con cortados de roca, saltitos de agua intercalados por cumbres y laderas, zona de tepuis (montañas en que la parte superior es plana, como una montaña truncada, que sólo se da en esta parte del mundo), ríos en zigzag entre bosques y selva de un verdor que resalta. Aquí tuvimos 3 elementos a destacar, que recomendaría que nadie se perdiese en su visita a Canaima.
Nos alojamos en el Waku Lodge, sin ninguna duda el mejor alojamiento de la zona. Está integrado con la selva a los pies de la Laguna de Canaima, y desde la habitación teníamos vistas a la laguna y sus impresionantes saltos de agua. Un campamento donde se cuida hasta el último detalle y en donde la comida es excepcional, al contrario que en el resto de sitios. Eso sí, se paga. Alojarse ahí es ya de por sí un privilegio con el ruido de las cascadas de fondo, sonidos de la selva y sobre todo muchísima paz.
El primer día nada más llegar bajamos de una avioneta para coger otra que nos llevara a la excursión de Kavac. Las vistas del viaje de ida son muy bonitas. La excursión en Kavac, irrepetible. Se remonta a pie el cauce de un río hasta que ya no hay forma de ir junto al río, sino que hay que nadar por el río. En un punto el río está cobijado por altísimas paredes de roca que hacen que se vea solo un poco de cielo por la parte superior. Se nada un poco más y al final, una cascada con bastante caudal y unos 40m de altura que cae desde lo alto de la montaña, pero que desde dentro parece que estemos en una cueva. Nadas intentando acercarte a la cortina de agua, pero la fuerza de la corriente te lo impide. El regreso de la excursión es una maravilla. Se sobrevuela el Salto del Ángel y los alrededores. Parecía que las nubes iban a impedir que lo viésemos, pero el piloto siguió intentándolo hasta que pudo verse. Es una vista asombrosa.
La segunda excursión que hicimos fue a los saltos de agua de la Laguna que se ven desde el alojamiento, y luego ya a pie el Salto del Sapo. Una cascada ya grandecita y ancha, que como novedad nos permite pasar por detrás de la pantalla de agua. Un sujeto hace bastante tiempo decidió picar la piedra de la montaña por la que está el salto del sapo para poder pasar por detrás de la caída. Eso se mejoró años después y se puso una vaya de madera y una cuerda para sujetarse. El salto venía con muchísima agua, y la experiencia es genial. Hay trozos del paso en que parece que alguien estuviese lanzándote agua con un cubo directamente a la cara. No ves ni a un metro y te mantienes en pie porque te sujetas a la cuerda.
La tercera excursión es la de Día completo en Salto del Ángel. Se madruga bastante, porque sale a las 5 de la mañana para ver el amanecer desde el río. En total son unas 3 horas de ascenso en lancha por el río. Un poco incómodo, pero el paisaje es una maravilla. Se llega a un mini campamento desde el que se hace un ascenso a pie al mirador del Salto del Ángel. La caminata es de aproximadamente 1h a través de selva (no muy cerrada, pero puede haber de todo por ahí). La vista desde el mirador a los pies del salto es una maravilla, y es ahí cuando te das cuenta de la altura que tiene. Tampoco es tan evidente, realmente nos dimos cuenta cuando apareció un helicóptero junto a la cascada y vimos lo mínimo que se veía. Vuelta y lancha por un río con algunos rápidos en los que te agarras con cierta tensión, cena en el Waku y descanso.
Delta del Orinoco
Íbamos de conejillos de indias a este destino ya que no teníamos referencia de nadie que lo hubiese visitado. Es uno de los que más nos ha gustado. Se trata de pasar unos días en plena selva y viendo las maravillas del río. La vegetación sorprende por la variedad y exhuberancia que presenta. La fauna cautiva también, ya que son animales que ves en documentales o en algún zoo, pero nunca en estado salvaje. Tucanes, monos capuchinos, monos rojos, guacamayas, delfines de río, babas, perros de agua ... cada uno que ves, te admira.
El campamento en el que estábamos había además un puma y un pequeño oso hormiguero ... bueno, además de perros, gatos y una guacamaya. La habitación nos pareció perfecta: justo pegada al río, y en lugar de paredes tenía mosquitera, lo que te separaba de la selva, pero al mismo tiempo estabas totalmente inmerso en ella y en sus sonidos. Quizá sea eso lo más sorprendente y cautivador de la selva: cómo suena. Nuestra cabaña nos brindó un regalo especial al estar pegada al río: un sonido nos despertó a las 6 de la mañana, y al mirar a través de la mosquitera, vimos que 2 delfines de agua dulce (toninas) pasaban justo por delante de nuestra cabaña apenas a 3 metros de nosotros. Es un bonito despertar.
Los anocheceres son preciosos, también los amaneceres. Tuvimos estupendos paseos en barca, un tenso y amenazador paseo por plena selva con un guía y un indio warao, pescamos y comimos después pirañas... Todo el mundo al que estamos acostumbrados parece tan tan lejano de todo aquello...
Los Llanos
Este era también un destino al que no había ido nadie que conociésemos. A simple vista, no parecía nada del otro mundo al llegar, pero es sorprendente la de cosas que nos quedaban por ver. Dormíamos en un hato, que es algo así como una finca descomunalmente grande. Se supone que dentro de esa finca, viven de modo salvaje cientos de especies que no se ven a simple vista en una primera toma de contacto. Los Llanos es una zona plana que en época de lluvias queda anegada de agua, pero que parece una pradera. Lo increíble de allí es ir viendo poco a poco a todos los animales que viven en el entorno.
El planteamiento era salir de excursión en un camioncito abierto tipo safari con un gúia y un conductor que iba parando a orden del guía. Victor, que así se llamaba el nuestro veía de todo mientras nosotros veíamos sólo lo más evidente. Empezamos un paseo viendo caimanes junto al río, capibaras (o chigüires como las llaman allí), todo tipo de aves grandes y pequeñas, algunos galápagos ... En un momento dado, nos dice que hay una anaconda en el agua. Nosotros no vemos nada, pero se pone las botas de agua, se baja y la agarra con sus manos. Sí, algo más de 3 metros de anaconda que nos invita a sujetar. Hemos tenido suerte, porque por lo visto muchos visitantes no llegan a verlas, pero nosotros la hemos cogido en la primera excursión. Después de eso vimos y agarramos un armadillo tras una buena carrera en su busca. También estuvimos entre unos cuantos cientos de reses que te miraban y te seguían con la mirada cuando te movías. Por desgracia no estaban los mapaches en su árbol habitual, y no hubo forma de ver al oso hormiguero.
Nosotros creíamos que habíamos visto casi todo lo que teníamos que ver, y que las siguientes excursiones sería más o menos repetir de lo mismo, pero no. Cada excursión iba por un camino distinto, y cada vez había al menos un animal que no habías visto nunca y que te sorprendía. De este modo en las sucesivas excursiones dimos por ejemplo de comer a los cocodrilos desde una barca, vimos a un águila negra atrapar trocitos de carne en pleno vuelo, una comadreja en su nido con sus crías, pescamos pirañas, vimos también toninas aquí, iguanas, lagartos robahuevos, ibis, garzas, lechuzas, zorros, las huellas de un jaguar que cruzó el camino por la noche, cigüeñas, búhos reales, de nuevo delfines por esta zona tan alejada del Orinoco, gavilanes, e incluso un oso melero, que era la mar de curioso.
Si no te gustan los animales, este destino no está hecho para tí, pero es un auténtico paraíso.
Morrocoy
Los dos destinos que nos quedan son ya de más relax tras tanta caminata, madrugón y viaje. Morrocoy es también un parque nacional pegado a la costa donde uno va en lancha a los distintos cayos que hay. Es como una agrupación de playitas. Catira, la tía de Mercedes, nos deja la casa que tiene allí para que disfrutemos de 3 días de descanso. La urbanización tiene una estupenda piscina, por lo que además de la visita a los cayos, aprovechamos también un poco de agua dulce, que apetece.
El plan de allí es ir en tu lancha si tienes, y si no contratar a un lanchero para que te lleve a alguno de los cayos. Te preparas una buena neverita con cervezas y algunas cosas para picar y la lancha te deja en el cayo deseado, y te recoge a la hora convenida. Es una maravilla de plan.
No visitamos demasiado, pero me gustaría recomendar dos sitios. Por un lado, en los fines de semana, Cayo Juanes, más que nada porque es algo curioso. Las lanchas y los yates se reunen ahí a la hora de comer, y otros lancheros se acercan con neveras grandes con comida que te venden de lancha a lancha. Camarones, pulpo, salpicón, cosas por el estilo. Luego se acercan hombres a pie, por ejemplo con un cubo lleno de ostras, y cuando le pides un par de docenas, (las pequeñas están muy buenas), se sube a tu lancha y te las abre allí mismo. Algunas de las lanchas que venden comida aceptan incluso tarjeta, lo que parece irreal en ese entorno. También probamos alguna langosta terciada que vendía otro con una neverita. Cuando crees haber visto todo, ves una lancha que está especializada en cócteles: incorpora un par de licuadoras y te prepara en un momento una piña colada o una cocada, mientras sortea el movimiento del agua.
Un cayo que nos pareció una maravilla fue Cayo Sombrero. Agua cristalina, arena blanca y palmeras de fondo ... un verdadero paraiso.
Los Roques
Fue el destino final de fin de viaje. Este sí que es el verdadero paraíso. Los Roques es un parque nacional conformado por archipiélagos de arrecife de coral. El agua es siempre clara, pero con los distintos tonos que van del verde esmeralda al azul turquesa. Hay zonas donde el agua es tan transparente y la arena de debajo tan blanca, que pareciese que no hubiese agua al mirarte los pies.
Alguna de las playas de los Roques está catalogadas entre las 10 mejores playas del mundo, como es el caso de Cayo del Agua.
Un mundo increíble en la superficie, pero igual de mágico bajo ella. Hacer snorkel por allí es increíble. Ves peces por todos lados, y todo lo que en otro lugar sería roca, por allí es coral. Un día vimos una estrella de mar de unos 40 cm de punta a punta, hemos nadado junto a tortugas marinas, hemos visto peces que no conocíamos, también una barracuda que infundía respeto cuanto menos ... un paraiso encima y debajo del agua. Tanto que hicimos el bautismo de buceo, ya que dicen que es uno de los mejores lugares del mundo para practicarlo.
El plan ... casi perfecto. Desayuno en la posada, luego te acercan en lancha a un cayo te ponen la sombrilla, un par de sillas, tu cava (nevera) con cervezas, refrescos y la comida, y al final de la tarde te recogen.
Eso sí, hay que tener cuidado con el sol, porque pega muy duro y la arena blanca hace de lupa.
Caracas
No fue un destino en sí de nuestro viaje, pero si una de nuestras dos bases de operaciones. Dado que la mayoría de la familia venezolana de Mercedes vive por allí, pasamos también algún que otro día por allí entre viaje y viaje. Nos han tratado de maravilla, y creo que es de recibo agradecerlo aquí. Debo decir que no he conocido realmente Caracas, porque ni siquiera tenía ganas de hacerlo. Es una ciudad demasiado peligrosa y todo lo que nos hemos movido ha sido en coche de puerta a puerta.
La ciudad en si no es bonita, pero es que además el tráfico es espantoso. Encima, la inseguridad que tiene hace que se tomen medidas que a su vez dan aun más sensación de inseguridad: absolutamente todas las ventanas tienen rejas, los muros y las vallas exteriores tienen espino o cables de alta tensión, todos los cristales de los coches están ahumados para que no se vea quién está dentro, ves militares armados en muchos sitios y en ocasiones son peores que los mismos delincuentes, y finalmente, ves los ranchitos, las casas que se hace la gente que no tiene para más, que se despliegan por las laderas de la montaña como un verdadero hormiguero cubriendo toda la parte visible. Es una visión desoladora.
Lo peor no es lo que ves, sino que con cada uno con quien hablas te cuenta cómo está la situación y te dice lo que le pasó a uno u otro que conocía ... son hostorias tremendas. Como dato, decir que en Caracas cada fin de semana mueren unas 50 personas ... y no precisamente de viejos o a causa de un cáncer...
Puerto Ordaz
Es una ciudad grandecita, pero no entra dentro de las visitas. Es una ciudad industrial, pero fue nuestra segunda base de operaciones, ya que ahí vive el tío Andoni, al que también aquí queremos darle las gracias por lo bien que nos ha cuidado.
Comienzo entonces el diario de viaje propiamente dicho:
DIARIO DE VIAJE
Viernes 19 de junio
Día de viaje. Cogemos un vuelo en Madrid y 9 horas después llegamos a Caracas. No tenemos ningún problema a la entrada con las maletas ni con los pasaportes. Nos espera Reyes, al que dejamos un par de maletas que se quedan en Caracas, y facturamos las otras 2, que nos llevamos a Puerto Ordaz. Reyes es la persona que cuida un poco la casa de la madre de Mercedes, que le hace chapuzas y de vez en cuando, cuando ella va, también hace de chófer. Tres horas después de llegar a Caracas, cogemos otro vuelo a Puerto Ordaz para poder empezar directamente las excursiones la mañana siguiente. Damos una vuelta por el aeropuerto mietras esperamos y nos tomamos un par de cervezas locales a buen precio. El vuelo dura aproximadamente 1h, y en Puerto Ordaz nos recibe Andoni, el tío de Mercedes.
Es ya bastante tarde para nuestro horario de Madrid, pero nos vamos directamente a cenar a un vasco (Jai Alai) donde conoce al dueño. Una cena y una compañía muy agradable tras la cual nos vamos a su casa y nos dormimos, que a las 8:30 nos recoge nuestro guía para nuestra primera excursión de 3 días en la Gran Sabana.
Sábado 20 de junio
Desayunamos bastante fuertecito un par de arepas rellenas de jamón y queso, perico (ver parte de gastronomía), café y jugo natural. Enseguida nos recoge Carlos, el guía que nos acompañará estos 3 días. Veiene en un toyota todoterreno antiguo pero estupendo. Sólo Mercedes y yo integramos el grupo, lo cual está fenomenal.
Nuestro objetivo del día es llegar a Gran Sabana por carretera. El chamo (chico) nos lleva manejando (conduciendo) su carro (coche). Un primer alto para echar un vistazo al Orinoco y tomamos rumbo a la Gran Sabana.Se trata de un simple paseo en carro donde vemos pasar la naturaleza a nuestro lado. Comienza a caer un ligero moja-pendejo (chirimiri) mientras una descerebrada nos adelanta en prohibido. Carlos le toca la corneta (el cláxon) para que se pare porque venía uno de frente. El resto del trayecto se mantiene tranquilo. Eso sí, sorprende el parque automovilístico de Venezuela con coches antiguos y destartalados, pero que siguen circulando.
Paramos a almorzar en un sitio que está bien: restaurante El Estribo. Tienen en unas brasas unas estacas con piezas enormes de carne de vaca que se van haciendo a modo de barbacoa. Un poco de yuca hervida, algo de ensalada y tiras de carne bien churruscada que la verdad es que estaba muy buena. Un poco de solera verde para que pase todo bien por la garganta.
Seguimos camino y vemos la Roca de la Virgen, una gran roca que encuentras al subir al parque de Canaima que tiene una mancha blanca alargada que dicen que parece la Virgen María. Es más impresionante la roca en sí que la virgen que algunos quieren ver. Seguimos un poco y nos para en un mirador que no aparece en las rutas y que no estaba incluido en la visita. Prácticamente todo el suelo es de una piedra que con la lluvia que había caídoestaba muy resbalosa (resbaladiza). Mientras subimos vemos algunos sapitos mineros, un sapo pequeño muy venenoso pero precioso (negro brillante y amarillo reluciente, con los dedos verdes fluorescentes). Llegamos a un mirador que a Carlos le gusta llamar el "Mirador Místico" desde donde se ve toda la selva por encima. La verdad es que se trata de una vista espectacular. De repente comienza a llover a mares, con lo que bajamos de regreso al coche, con la piedra que resbala aun más. En 2 minutos estamos empapados de arriba a abajo.
Continuamos ascendiendo por el parque nacional hasta entrar en la parte de Gran Sabana. La lluvia tal y como vino se va. Es curioso: al llegar al alto de la montaña del parque de canaima, donde comienza la Gran Sabana, de pronto el paisaje cambia por completo. Todo es más llano y con menos vegetación, y sorprende el color de la arena rojiza intensa. Vamos a un pequeño pueblo minero (El Callao) en donde se sigue trabajando de modo artesanal, aunque hoy casi nadie trabaja debido a la lluvia. Nos acercamos para ver las minas, que son como agujeros en la tierra que dejan ver la arena rojiza. Del agua que ha caído, se ven los charcos de color ocre brillante.
Tomamos rumbo al albergue. Paramos alguna vez para ver las vistas y echamos un vistazo a los hormigueros de termitas, unos montones de tierra en el suelo, que encontramos a cientos por la zona. Salimos de carretera y entramos en pista de tierra. Menos mal que tenemos semejante todoterreno, que es capaz de atravesar pendientes, charcos, barro, piedras ... un viaje real de 4x4, y no simplemente el típico nombre de excursión 4x4 que luego va por carretera asfaltada. Tras cruzar un riachuelo ya de noche, llegamos a nuestro alojamiento donde tras cenar, nos vamos a dormir.
Domingo 21 de junio
Desayunamos temprano: arepas, tortitas y jugo de guaraná (fruta de la pasión). Ha llovido un montón por la noche, pero para cuando salimos más o menos está parando. El camino está divertido para el 4x4. A las complicaciones del terreno, le añadimos los charcos y el barro. Nos dirigimos al Salto del Aponwao. Para ello vamos a un poblado de indios pemones que nos llevan en curiara (embarcación de fabricación propia) hasta cerca del salto, remontando el río. Al llegar allí, tenemos una preciosa vista desde la parte superior. Bajamos después por un sendero hasta la base de la cascada y desde ahí la vista es aun mejor. Una impresionante caida de agua de unos 120m ante nuestros ojos. Los otros dos que iban con el guía no estaban para muchos trotes, pero pedimos llegar hasta la Poza del Amor, una cascada pequeña que deja un remanzo (remanso) muy bonito. Nos guía uno de los pemones, Constantino. Durante el camino nos va enseñando plantas que sirven para el catarro, otras para la diarrea, otra para el estómago... Nos enseña nidos de termitas y mete la mano para que se le suban unas cuantas. Se trata de unas termitas diminutas. De repente se come algunas, dice que saben a una mezcla de menta y madera. Nos ofrece probarlas ... ¿por qué no? Probé una, que no es mucho decir, con lo que tampoco puedo confirmar a qué sabe, porque era casi como no tomar nada.
Seguimos por la carretera. Es curioso el ver muchísimos montículos de tierra, que en realidad son hormigueros. Por esas zonas habita el oso palmero (oso hormiguero grande), pero por más que miramos, no se nos presenta ninguno. Ya nos habían dicho que era muy dificil verlos.
Se pone a llover de nuevo y aprovechamos para parar a comer. Cuando teminamos, nos vamos al Salto de Kama, dos cascadas gemelas muy bonitas (aunque una de las dos cascadas tiene más agua que la otra), situadas junto a un poblado indígena de pemones. Nos asomamos desde el borde de la cascada con menos agua y también desde los dos laterales.
Antes de irnos ... se celebra el día del Padre en Venezuela ese domingo. Al parecer es un día muy importante también para los indígenas. El guía, que mientras estábamos nosotros dando un paseo y viendo los saltos, estaba con los indios que estaban reunidos en celebración, nos comenta que le han dicho que no tienen inconveniente en que pasemos a verles antes de irnos. Están todos reunidos en una de las cabañas. Los hombres tragan (beben) además de comer, y los niños están todos juntos en un lado. Llegamos justo para la parte más especial de la celebración. Las mujeres han preparado una tarta grande en forma de tepui. Uno a uno van llamando a todos los padres de la tribu, y o bien su hija, o su mujer dicen unas palabras y después le dan un pedacito de tarta en la boca. Después le dan un beso en la mejilla. Con cada nueva salida, tras el beso siempre hay risas y comentarios del resto de la tribu. Hacen bromas y se pasan un buen rato. El guía sugiere que ya que estamos allí, que Mercedes me de a mí un trozo de tarta en la boca, pero la matriarca dice que no, que mejor que sea un hombre de la tribu el que de un pedacito a Mercedes, y una mujer de allí a mí. Fue algo que causó bastante expectación, porque era algo que se salía de sus costumbres, pero tras cierta vergüenza (más por su parte que por la nuestra) un hombre bastante feo, y una mujer muy poco agraciada también nos dieron el trozo de pastel ... eso sí, en la mano. Bastantes risas de los asistentes ... pero la tarta no estaba nada mala, y la experiencia fue muy interesante.
Seguimos rumbo a otra cascada (¿Pacheco?) mucho más baja, pero bastante ancha. Eso sí, era curiosísima, porque el color del agua era como si fuese una cascada de Coca Cola o Nestea. Podemos mirarla y fotografiarla desde la misma base. Después volvemos al coche y vamos a un mirador para ver todo el valle, incluyendo la cascada a lo lejos. Muy bonito. Eso sí, para llegar al mirador tenemos que atravesar esta vez no un arroyo, sino un río con el 4x4.
Finalmente vamos a un pueblecito donde nos venden salsa picante de kumachi hecha con bachaco culón, que es una hormiga enorme, que por cierto venía fresquita, dado que era el primer día de caza de esa hormiga de la temporada.
Deshacemos gran parte del camino recorrido y paramos a dormir donde habíamos comido a mediodía. Cenita y a dormir. Aquí no hay agua caliente, y al igual que el alojamiento del día anterior, no dispone de electricidad por la noche, ya que se apaga el generador mientras se duerme. Por ello hay una vela en la mesilla (que yo creía que era para los mosquitos).
Lunes 22 de junio
Para el desayuno de hoy el guía propone desayuno americano: 2 arepas, jamón york, queso, 2 huevos fritos, café, jugo de melón ... casi una comida! A las 8.30 dejamos la habitación e iniciamos nuestro viaje de regreso a Puerto Ordaz. Se trata simplemente del camino de vuelta sin paradas reseñables, ya que hemos visto ya todo. El paisaje sigue siendo digno de verse, pero dado que repetimos, aprovechamos para contar otras cosas. Algo que sorprende un poco en el trayecto de la troncal 10, que une Venezuela y Brasil es que hay controles del ejército de forma bastante continuada.Como vas con los vidrios ahumados (cristales tintados), el guía al acercarse al control baja las ventanillas y le dice al guardia de turno, que suele ser un chavalito que está haciendo el servicio militar: "¿cómo vas brother?" ... y normalmente poco más. A alguno sí que vemos que les paran, les piden el pasaporte, les abren las maletas, etc.
Otra cosa que choca es el parque automovilístico. Hay muchos todoterrenos, pero también muchísimos coches que creíamos desaparecidos de la tierra hace mucho, que ahí siguen funcionando, no se sabe muy bien cómo. Por eso la mayoría de los negocios son de piezas de recambio, talleres, accesorios... y es bastante frecuente ver algún que otro coche parado en el arcén con el capó abierto.
Todo el viaje transcurre sin que pare de llover. Paramos a comer de nuevo en El Estribo y esta vez probamos la cachapa. Bueno, al menos el día que no ha parado de llover era el del recorrido que ya conocíamos.
Por la noche en Puerto Ordaz vamos con su tío y visitamos el centro comercial, que no tiene nada que envidiar a los de España, y después nos vamos a cenar, donde nos acompaña su amigo Ricardo, al que nos presentó la noche de nuestra llegada. Un tío encantador al que le encanta España y su cultura, aunque nunca la ha visitado. Tras la cena teníamos casi convencidos a los dos para ir de viaje a España en el 2010.
Martes 23 de junio
Desayunamos tranquilamente y nos organizamos en casa de Andoni. Carlos, el guía pasa a buscarnos a las 11 para ir a Boca de Uracoa, que es donde nos recoge la lancha para ir al Delta Lodge en el Delta del Orinoco. Es un trayecto de un par de horas por carretera bastante tranquilo. De un tipo de árbol pasamos de repente al cáctus, de repente al pino, de repente otro...
Llegamos a Boca de Uracoa, un pueblo muy pequeño con nada que ver. Nos recoge la lancha y remontamos el río en un trayecto de unos 45 minutos. El río es una preciosidad. Tiene una planta llamada bora flotando que nos dicen que se reproduce mucho y que de hecho a veces es un problema para los motores de las lanchas. Se acumulan y se mueven rumbo al mar, donde mueren al llegar a causa de la sal.
Los indígenas que habitan en el delta son los indios warao. Veremos a unos cuantos durante nuestra estancia.
Llegamos al campamento y nos encanta. Está mucho mejor de lo que vimos en la web. La entrada es una cabaña grande que tiene bar, restaurante, la cocina y la recepción. Nos dicen que nuestra cabaña es la 18, que da al río y que está justo después de pasar el puma. ¿El puma? ¿Hay una estatua o algo así? Noo, andamos por el camino y nos encontramos tras una valla un precioso puma. Increíble. La cabeza y la mirada tan bonita que tiene quita la respiración. Tan sólo una frágil verja nos separa de él. Tras conocernos, vamos a nuestra cabaña, que está a tan sólo 10 metros de nuestro puma guardián, y nos encontramos una estancia que nos parece perfecta. Hay que tener en cuenta que estamos en plena selva, pero nuestro alojamiento está justo pegado al río, tiene aspecto de limpia, y aun siendo cerrada, parece abierta, ya que sus paredes están hechas de mosquitera. Con lo que la sensación es de que estás totalmente integrado en la selva, pero aislado de algún modo. Pero el sonido nos llega como si estuviésemos a la intemperie.
Dejamos nuestras cosas y nos vamos de excursión con José, que es sobrino de los dueños. Vamos en lancha para ver la puesta de sol. Ya en nuestra ruta desde Boca de Uracoa habíamos tenido la suerte de ver unos monos anaranjados en el trayecto gracias a la increíble vista del enlace. En este caso, la sorpresa fue que vimos delfines (toninas), que es algo que no todo el mundo consigue ver. Parece increíble ver delfines en un río. Además de los delfines vemos un tucán y algunas otras aves. Vamos a un muelle de madera para ver como se pone el sol, y nos preparan a golpes de machete con el hielo, unos roncitos con coca cola para hacer más amena la espera. Fue un rato muy agradable la verdad y la puesta de sol muy bonita. Vuelta al campamento, donde nos recibieron de nuevo los perros del sitio (Rambo y Dolly, que así llamamos nosotros al segundo que es muy gracioso y parecido a una pequeña oveja). Por cierto, que aparte del puma, hay un oso hormiguero por otro lado, y se nos une también al recibimiento Rumba, una preciosa guacamaya azul (eso sí, con bastante mala leche).
Cenamos en una mesa que nos ponen junto al río y después nos tomamos unas caipiriñas y unas piñas coladas para dormir bien.
Miércoles 24 de junio
Me despierto a eso de las 6 de la mañana ... qué maravilla estar totalmente inmerso en los sonidos de la selva. Pájaros de todo tipo cantando ... y dos delfines salen para respirar justo por delante de nuestra cabaña y los vemos desde la cama. La verdad es que es un buen comienzo de día.
Desayunamos y comenzamos nuestra excursión de un día completo por el río y la selva. Empezamos viendo de nuevo delfines y algún que otro tucán. El paseo es un trayecto increíble donde sólo ves naturaleza salvaje. Hacemos una parada en un campamento warao para comprar unos cigarrillos. Es increíble que vivan así: un conjunto de cabañas de madera y techos de palma con poco o nada que hacer al día. Una mujer cocina en un extremo usando el machete como cuchillo, los niños juegan ... es todo demasiado auténtico.
Paramos en un segundo campamento indígena y preguntan si tienen el gusano de moriche, que se come vivo. Por suerte no tienen, porque Clemente, nuestro guía, está empeñado en que lo pruebe desde que le dije que había probado las termitas y que había comprado salsa de bachaco culón. Pero ese pedazo de gusano del que me habían hablado, vivo, no me apetece nada. Se trata de un gusano que sacan de la palma de moriche, a la que llaman palma de la vida. En esa aldea de solo 2 cabañas tienen unos cuantos loros, y 3 o 4 babas (crías de caimán). En otro extremo hay una botella con un líquido y una serpiente dentro, sobre la que pregunto y nos dicen que es curativo, bueno para los dolores. Es como viajar atrás en el tiempo.
En una parada, nos enseña una flor preciosa que es como una vaina amarilla. Le dicen a Mercedes que me de en la cabeza con ella, y entonces por el golpe se abre quedando como un plumero de hilos rojos. Preciosa. Además, al lado se daba un fruto que llaman el cacao de agua, que es bastante grande y muy parecido al cacao (también se come).
Seguimos camino con la lancha y nos empapamos con una lluvia tremenda. Llegamos al EcoCampamento, que pertenece a los mismos dueños que el nuestro. Está montado aun en plan más natural (sin calefacción, ni hornos, ni nada por el estilo). Se supone que se puede vivir la experiencia real de dormir prácticamente en la selva. De hecho sus cabañas no tenían paredes, sino solo techo. Tienen por ahí perros, loros, gatos, un ibis, y un pichón de halcón que me dejan coger con las manos.
Después de la comida dedicamos 10 minutos para hacer tiempo e intentar pescar unas pirañas con unas cañas realmente rústicas. Pero no hay suerte. Mañana lo intentaremos más seriamente. Después nos vamos a una experiencia distinta: un paseo adentrándonos en la selva. Vamos con Clemente y un local con machete, que es el que nos guiará.Tras un recorrido en lancha descendemos a una entrada a la selva cerrada. Esto en España estaría prohibido, sin duda: el primer comentario que nos hacen es: "no os apoyéis en ningún árbol o rama al andar, que puede haber tarántulas, serpientes o escorpiones". Uno empieza muchísimo más tranquilo el paseo. Atravesamos un bosque a base de machetazos del guía local. Vamos con botas de agua siguiendo un tanto intranquilos a los que nos preceden. Pasamos trozos de barro en que se nos hunden las botas hasta por encima de los tobillos y la situación es bastante angustiosa pensando qué puede haber ahí, y encima sin poder apoyarse uno en los árboles. De hecho en uno de esos pasos a Mercedes se le pone una cría de tarántula en la pierna (y la niña con pantalones cortos). Yo trato de quitársela sin decirle nada, pero lo único que consigo es echarla hacia delante y que se le quede en la rodilla. Ahí ya vio lo que era, y Clemente decía "no te muevas que le hacemos una foto", a lo que ella respondió algo que no puedo escribir aquí. Clemente se la quitó de la pierna viendo que no estaba para bromas. Nos enseñaron una flor muy bonita que crece en una de esas palmeras, luego un árbol que al cortarlo se obtiene agua, otro que se puede comer, unas hojas curativas, y lo que más nos impresionó ... un palmito. Es parecido a un bambú pero más ancho que debía medir 10 o 12 metros. En un momento el guía se acerca y empieza a machetazos hasta que tira el palmito. Corta un trozo de unos 80cm y se acerca para enseñárnoslo. Va quitándole capas con el machete y al final del todo en el centro queda lo que nosotros conocemos por palmito, que por cierto a mí no me gusta. Claro, que me lo ofrecen y lo pruebo, y eso es otra cosa, ese está buenísimo. De repente estábamos de vuelta en la lancha y debo reconocer que mi sensación era de que nos habíamos movido en linea recta. Parece que estaba totalmente desorientado.
Volvemos de nuevo a nuestro campamento parando cuando se presentaba algo que ver. Ha sido estupendo: vimos de nuevo delfines, y esta vez muy cerca, también tucanes, monos aulladores, los buitres de la zona llamados Zamures, garzas, monos rojos, un pájaro carpintero, un martín pescador, y algún ave más de las que no sabemos ni el nombre. Por casualidad, casi llegando, nos encontramos con un anochecer increíble. El sol cayendo centrado al fondo del río ... una maravilla.
Llegamos al campamento, una ducha, cena y a nuestra cabaña. Al entrar nos encontramos 2 salamandras dentro que huyen al techo al vernos. Parece que dormirán con nosotros. Al menos esperemoa que acaben con algún que otro mosquito. Antes de dormir, me pongo a escribir este diario. Como apagan el generador por las noches, tenemos unas velas que nos dejan en la habitación. Así que anotando estas experiencias como se haría en el S.XV.
Jueves 25 de junio
Quedamos a las 6 de la mañana para ir a una excursión de un par de horas para tratar de ver monos y aves. Según salimos empieza a llover, con lo que se complica la cosa, ya que los animales se resguardan. Eso sí, hacemos un recorrido muy bonito por una zona llena de Moriches (Palma de la Vida), una palmera que recuerda a los fuegos artificiales. Vemos algunos tucanes, pero poco más. Al volver vemos nadando por delante asomando la cabecilla un perro de agua (más o menos una nutria). Cuando ya creemos que nos quedamos sin ver los monos, nos topamos con un grupo grande del único tipo que no habíamos visto, el mono capuchino. Son geniales; se suben a lo alto del moriche y se tiran en lo que parece un salto al vacío aterrizando varios metros más abajo en otras ramas. Misión cumplida.
Volvemos al campamento, desayunamos, y aprovechamos para dejar hecha la maleta. Un último trayecto en lancha por el Orinoco de vuelta a Boca de Uracoa. Nos llevan 1h antes de lo convenido con Carlos, el guía que nos recogía, por lo que cuando llegamos no está y nos quedamos solos. Pedimos una cervecita para esperar y nos vienen dos señores borrachos como cubas con una botella de ron malísimo en la mano que se estaban tomando a palo seco. Vinieron a hablar con nosotros esos dos, pero había otros 10 más en el mismo estado. Charlamos un rato de la situación en Venezuela, de qué ibamos a visitar y alguna cosilla más. Uno de ellos era chavista y el otro anti Chaves. Ellos solos se peleaban. En esto llegó Carlos, que venía con tiempo para que no esperásemos y nos pusimos rumbo a Puerto Ordaz. Al llegar nos dimos una ducha y conocimos a Andoni Jr, el hijo de Andoni y después a su tío Carlos. Quedamos de nuevo con Ricardo y cenamos en el Ítalo. Como siempre, una cena muy agradable.
Otro poco de lluvia y en la vuelta pasamos para ver el Motel de Andoni, aunque el tiempo no acompañaba.
Viernes 26 de junio
Madrugamos un poquito y nos vamos al aeropuerto para coger el vuelo a Canaima. Se trata de una avioneta de 5 plazas ... algo así como una Vespino aérea. El vuelo es estupendo. Ver todo desde el aire es una maravilla.Llega un punto en el que sobrevolamos el Orinoco ... ¿seguro que no es el mar? Además hay una especie de islas verdes con los bordes anaranjados que son realmente bonitas, parece una imagen del Google Earth. Nos tiramos no menos de 20 minutos de vuelo por encima del río sin llegar a la otra orilla. La parte más ancha del Orinoco mide 22km, con lo que parece que sí parece que sea posible al fin y al cabo que lo que vemos sea río. Durante el sobrevuelo vemos también un bosque donde no hay ni un solo hueco.
Llegamos a Canaima, donde aunque hay una pista asfaltada, aterrizamos en la de tierra. Nos comenta el piloto que la de asfalto tiene más huecos que la de tierra, por lo que prefieren esa. Nos espera al bajar un agente del Waku Lodge, que se lleva nuestra maleta, nos lleva a pagar la tasa de entrada del Parque de Canaima y nos mete a nosotros en otra avioneta para hacer directamente la excursión a Cuevas de Kavac. Sobrevolamos la zona y vemos bosques, casacadas, tepuis ... impresionante. Llegamos al campamento desde el que sale nuestra excursión, pagamos de nuevo la tasa del parque (esta vez la de Kavac, que está también en Canaima, pero bueno), nos ponemos las chanclas y los bañadores y empezamos camino. Se trata de unos 20 minutos a pie. Llegado a un punto la caminata se hace junto a un río, y poco después dejamos la ropa en una piedra, y el guía guarda nuestras cámaras en una bolsa estanco que lleva él. Ahora ya no vamos junto al río, sino por el río. El agua está fría, pero nada en comparación con cualquier río de España. Llegado a cierto punto, ya no es andando por el río, sino a nado. Llegamos a una especie de gruta, aunque en realidad está abierto. Es algo así como una laguna rodeada de paredes altas de piedra, que aunque permiten ver un trozo de cielo arriba, dan la impresión de que estamos casi en una cueva. El sitio es una maravilla. Remontamos un poco más el río, pero ya nadando, y vamos por un desfiladero similar al de Petra, aunque más pequeño. En este caso en lugar de encontrarse uno con el Tesoro 3km después, te encuentras con una cascada tras 100m nadando. Eso sí, una cascada de 40 metros de altura que desde el río y el desfiladero es increíble. Está casi a cubierto, aunque el lo alto vemos el cielo azul. Puedes nadar hasta cerca de la cortina de agua, pero la corriente no te deja llegar hasta la misma base. Es una excursión que no hay que perderse, la sensación y la vista es asombrosa.
Volvemos deshaciendo el camino y nos dan de comer en la aldea, bastante bien, por cierto. Tomamos el vuelo de vuelta, pero esta vez vamos por el lado contrario para sobrevolar el Salto del Ángel. El vuelo es increíble: rocas que van creciendo y creciendo, quebradas de infarto, y un verde que crece casi por cualquier sitio sin importarle si hay tierra o roca. Saltos de agua por aquí y por allá, y tras atravesar unas nubes totalmente opacas, que parecía que estábamos en la cima del mundo, aparece un espectacular salto de agua, ante nuestros ojos, el Salto del Ángel. Es el más alto del mundo con casi un kilómetro de altura. ¡La leche! Pasamos justo por encima con la avioneta, por la cima, por un lateral ... un vuelo inolvidable. Diez minutos después llegamos al campamento y vamos por fin a ver nuestra habitación. El Waku Lodge es una maravilla y desde nuestra habitación se ven las cascadas de la Laguna de Canaima (creemos que es la que tiene mejores vistas de todo el campamento, la 15, por si repetimos). Tenemos 1h para acomodarnos y nos vamos a la excursión del Salto del Sapo.
Cogemos una curiara y para empezar nos enseñan las dos cascadas que vemos desde la habitación desde la base. Pasada la segunda nos bajamos de la lancha y andamos unos 20 minutos. Llegamos al alto del salto del Sapo, que es una cascada ancha, alta y bastante caudalosa. La vista es bastante bonita. Bajamos por una ladera y salimos a mitad de altura de la cascada, a un pasadizo que atraviesa los 80m de ancho de cascada justo por detrás de la cortina de agua. El paso es espectacular: en algunos tramos te mojas como con chirimiri, pero por otros tramos parece que te tirasen agua con fuerza con un cubo directamente a la cara. No puedes ni abrir los ojos, con lo que tienes que ir agarrado a la cuerda. Es como estar en Finisterre en plena tormenta, qué gran sensación. Y el ruido del agua ... hay que estar ahí para sentirlo. Ascendemos un poco después de atravesarla totalmente y nos ponemos donde empieza la caída, junto a unas rocas donde ya golpea el agua de la cascada (a una altura que todavía no ha caído el agua ni 15 metros). Cae realmente fuerte. Tras las vistas atravesamos de nuevo para volver al lado contrario disfrutando de nuevo la sensación como la primera vez. Descendemos hasta el río y nos recoge la lancha para volver al Waku.
Un día extraordinario en cuanto a visitas ... eso sí, ha sido realmente largo. Nos queda una agradable cena en el campamento, que sí que es de verdadero lujo. Todo está cuidado hasta el mínimo detalle. Tras la cena, a dormir, que mañana toca levantarse a las 4.30.
Sábado 27 de junio
Hoy nos toca madrugar mucho (4.30) para hacer la excursión del día completo al Salto del Ángel. Nos tomamos un café y vamos en furgoneta a la parte del río que está por encima de los saltos de la laguna. Ahí cogemos una lancha y hacemos un trayecto de 15 minutos río arriba. Llegamos a una sabana donde nos bajamos y nos lleva un tractor que tira de un remolque. Otros 10 minutillos y nos recoge de nuevo la lancha en el río. Esta vez vamos hasta Isla Orquídea, donde hay una cabaña del Waku. El trayecto es de 1,5h por el río, que sin respaldo en la lancha, la verdad es que se hace duro. Eso sí, el trayecto es increíble. Se ven los riscos de piedra imponentes, y un verde que a su vez trata de conquistar la piedra. En el campamento nos recibe Chanchita, una jabalí de 2 años que es prácticamente como un perro en cuanto a comportamiento se refiere. Desayunamos y volvemos al río de nuevo, donde tenemos otro trayecto de 1,5h. Incómodo, pero espectacular. A la salida de una curva tras pasar unos rápidos que sortea hábilmente el capitán (aunque nos empapamos con los golpes de agua), aparece el Salto del Ángel. Es una caida de agua que casi te hace perder el sentido. No por el caudal, sino por la altura. En la cumbre cae agua, pero a mitad de caida parece haber tan solo vapor de agua.
Poco después llegamos al campamento de Isla Ratón, donde empezará nuestro ascenso a pie. La caminata por la selva fue chulísima atravesando ríos, colgándonos de lianas y saltando de piedra en piedra. Con ojo avizor, eso sí, por si sale alguna serpiente u otro habitante de la zona. Esta selva no es tan fiera como la del Delta, pero aun así, hay que ir con prudencia y pendiente de lo que pueda aparecer. Completamos la ruta y obtenemos una vista impresionante desde el mirador que está a los pies del Slato del Ángel. Desde más cerca se percibe realmente su altura. De hecho aparece un helicóptero que sobrevuela el salto y se le ve como una mosca junto al agua.
Disfrutamos un rato de las vistas y hacemos el descenso. Al llegar abajo, vamos a un recodo de agua mansa que queda junto a los rápidos y disfrutamos de un bañito en un marco incomparable, con la vista del Salto del Ángel al fondo. El color del agua con el fondo se ve totalmente limpia, pero de color ámbar o incluso rojiza. Sorprendente. Comemos en el campamento y nos encontramos una grata sorpresa. Está ahí un zorro endémico que solo existe en esa zona, y que aun siendo salvaje, se deja acariciar. No se parece demasiado a nuestra idea de zorro, pero es realmente bonito.
Tras la comida, hacemos el camino de vuelta, esta vez un poco más rápido ya que vamos a favor de la corriente, y llegamos al Waku a eso de las 6. Un rato para descansar y relajarse, y a las 8 cenamos de nuevo con vistas a los saltos. La comida del hotel es realmente buena, aquí sí que hay un salto cualitativo con respecto a lo que nos han dado hasta ahora. Así que lo regamos con un poco de vino, y nos vamos a dormir.
Domingo 28 de junio
Desayunamos en el hotel. Es de las mejores comidas que hemos tenido hasta el momento. Un desayuno tranquilo, mirando los saltos, en lo que ya es nuestra despedida de Canaima.
Nos llevan al aeropuerto, que son solo un par de chocitas al lado de una pista y volamos esta vez en un avión un poco más grande (este es para 20) a Puerto Ordaz. Allí nos recoge Andoni y vamos a su casa. Esperamos un rato allí a que venga Johana con Andoni Jr, y nos vamos al Club Ítalo para pasar el día. Allí jugamos con el niño en la piscina y pasamos un día tranquilo y reposado. Comemos en el club y al final del día vamos a su casa, donde abrimos el lomito que le habíamos llevado, chorizo y algo de queso, que junto con un buen vino español vemos la final de fútbol entre Brasil de la Copa Confederaciones (gana Brasil después de ir perdiendo 2-0).
A dormir un poco.
Lunes 29 de junio
Hoy Andoni se ha tomado la mañana libre para enseñarnos como es de verdad una ciudad venezolana. Desayunamos, hacemos las maletas y nos vamos con el coche por Puerto Ordaz y San Félix, que es la ciudad que está pegada a Puerto Ordaz, separadas por un río. Nos lleva primero a ver el río, el centro antiguo de Puerto Ordaz (antiguo, teniendo en cuenta que es una ciudad que tiene tansolo 50 años). Vemos perreras atestadas de gente (furgonetas que suplen el escaso transporte público), casi todo son negocios de recambios, talleres, componentes, y prácticamente todos tienen un aspecto sucio y roto. El parque móvil es lamentable y el hecho de que todos los vidrios (cristales) de los coches estén tintados con papel ahumado que venden también en plena calle, da aun más sensación de inseguridad. Las casas en cuanto son un poco mejores, están en zonas con vigilancia, o directamente tienen vallas electrificadas. Pero es más frecuente ver casas feas y destartaladas.
Continuamos en coche hasta San Félix, que es lo que llaman ellos una zona popular y que nosotros denominaríamos algo así como los barrios bajos. Las casas cambian bastante. Son en su mayoría casas bajs de una planta construidas por ellos mismos y con techo hecho a base de placas metálicas. Debe de hacer un calor insoportable. Es un mundo muy distinto de las pequeñas poblaciones que hemos visitado hasta el momento.
Volvemos a Puerto Ordaz, comemos y llegamos muy justos al aeropuerto, aunque a causa de la lluvia, se retrasa nuestro vuelo a Caracas un par de horas.
Volamos a Caracas y llegamos a eso de las 7. Allí nos espera Mercedes madre con Reyes y nos vamos a casa de Güido y Conchita a la Floresta. Aunque ya es de noche, en el camino se ve lo feo que llega a ser Caracas. Las laderas de las montañas están cubiertas de ranchitos (casas que se hace la gente sin recursos unas pegadas a otras a modo de colmena). Es increíble la cantidad de ranchitos que hay. Nos recogen Tulina y Martín, que vienen con su hija Daniela y nos vamos a cenar a un italiano que está en lo alto de uno de los montes que conforman Caracas, y que tiene cristal en todo un lateral desde el que se ve una gran parte de la ciudad. A pesar de que la ciudad es tan fea, la vista es bonita. Miles de luces siembran las laderas. Esas luces son las de los ranchitos, pero en la oscuridad, simplemente parecen luces decorativas. Cenamos muy bien, pero se escucha durante la cena historia de Caracas y la inseguridad que hay. Es una ciudad a la que tenemos respeto, e incluso un poco de miedo, y cada historia que se oye no hace sino acrecentar esa sensación. Por ejemplo, una recomendación que nos hicieron: aunque se recomienda no llevar cosas de valor, nos decían que siempre llevásemos algo encima para que tuviesen algo que quitarte. Un ejemplo de un caso que sucedió: atracan a una profesora del colegio en su coche y resulta que nollevaba móvil, ni dinero encima, ni nada de nada. Cuando los atracadores vieron que no podían llevarse nada, le dijeron: "te quitaremos entonces lo que tienes de más valor" ... y le pegaron un tiro al bebé que llevaba en el asiento de al lado.
A otro que bajó a la esquina de su casa a comprar una arepa para no molestarse en hacer cena, bajó con el dinero justo para la arepa y al regresar, le pararon 5 tipos que le piden dinero, el móvil o lo que lleve. El iba sin nada, ni siquiera las llaves de casa, que las había dejado escondidas al salir. Como no pueden obtener nada, optan por darle una paliza y le rompen casi todos los huesos de la cara con la culata de una pistola. Mejor darles algo, y entonces sólo te roban.
Ya nos recomendaron en Puerto Ordaz Andoni y Ricardo no discutir jamás si te asaltan ni llevarles la contraria, porque cualquiera en un momento dado puede darte una paliza o sacar una pistola y usarla. Nos contaron el caso de unos alemanes que alquilaron un coche y se adentraron por Venezuela. Pasando por una pequeña población un niño distraido se les planta delante del coche, y sin que al hombre le de tiempo a frenar, le embisten. Hicieron lo que cualquier ser civilizado habría hecho: bajaron del coche para socorrer al niño y llamaron a los que se encontraban más cerca para pedir ayuda. Unos de los que estaban más cerca eran sus padres, que sin mediar palabra al ver que su hijo había sido atropellado, cogieron un machete y mataron a los alemanes a machetazos.
Son quizá casos un poco extremos, pero parte de la realidad de este país. En Caracas mueren cada fin de semana unas 60 personas por disparo, y esa cifra sólo es la de muertos. Hay que contar palizas, robos, violaciones ... el número es demasiado grande.
Tras la cena nos llevaron a la casa de Andoni en El Hatillo, que será nuestra base en Caracas. Es una zona a las afueras, bastante más tranquila que el centro de Caracas. Nos acostamos para dormir unas 3h, ya que a las 4.30 nos recoge Reyes para llevarnos al aeropuerto rumbo a Barinas (Los Llanos).
Martes 30 de junio
Madrugón y vuelo a Barinas, en Los Llanos. Esta es la cuna de Chavez, por lo que se ven más carteles a favor incluso que en otros sitios. Nos recoge un coche para llevarnos al Hato donde vamos a quedarnos, que está a unos 250km.
El paisaje es diferente, más plano, y se ven algunos árboles muy bonitos. Eso sí, nos llueve durante casi todo el recorrido. Llegamos al Hato El Cedral y nos dan habitación, que no está mal. Intentan darnos primero unas que están seguidas en un edificio largo, que deben ser las antiguas, pero dado que nos comentan que somos los únicos turistas, pedimos que nos cambien a unas más pequeñas pero más nuevas, que nos dan mejor espina, y efectivamente, acertamos. Somos los únicos turistas, con lo que media hora después nos tocan la campana para comer, y nos echamos una siesta hasta las 3, ya que salimos de excursión a las 3.30.
Nos vamos en un camioncito con Victor hijo, nuestro guía y su padre (Víctor también), que conduce. Victor es un tipo grandote muy agradable. Su padre bastante entrañable. De ese tipo de personas que ves nada mas conocerlas que te van a caer bien. El hato tiene una extensión brutal, con lo que subimos en el camioncito, que es del tipo de safari con la parte de atrás abierta, y tomamos uno de los caminos que sale del centro.
En nombre tiene sentido: se trata de una llanura absoluta, que en esta época está bastante verde. Está empezando la época de lluvias, por lo que en no mucho tiempo habrá muchísima más agua debajo de todo ese verdor. Se trata de un camino tranquilo, aunque ves de todo. Enumero lo visto y explico después lo más relevante. Hemos visto capibaras (allí los llaman chigüires, se trata del roedor más grande del mundo), que a pesar de ser roedor, son una monada. Van en grupos familiares de un macho con 4 o 5 hembras y las crías. Les encanta el agua. Cuando pasamos al lado se quedan como estatuas. También vimos garzas reales, garzas negras, múltiples pájaros, cormoranes, el gavilán rojo (una rapaz imponente), un zorro sabanero, pajarillos sangre de toro (cardenal), babas, caimanes, cocodrilos, la garza rosada, patos siempre en pareja, y nos queda lo más relevante: en el camino de repente se para Víctor y nos dice que hay una anaconda. Por lo visto tienen un cálculo de que debe haber unas 2000 en todo el hato, pero dice que no es fácil encontrarlas, que muchas veces los turistas se quedan sin verlas. Nosotros la encontramos en el primer paseo. Eso si, aun no vemos nada, porque donde señala yo no veo nada. Se pone las botas de agua, se mete en una charca llena de bora y efectivamente, había una enroscada que parecía una piedra, así que con manos expertas, la toca por un par de sitios, y cuando asoma la cabeza, la agarra y la saca. ¡La leche! Mide unos 3 metros. La sujeta junto a su padre y me invita a sostenerla. Yo no pensaba más que tocarla, pero bueno, al final me la pone en los hombros, eso sí, sujetando él la cabeza. Vaya par de colmillos que se le ven con la boca abierta ... no es venenosa, pero como te muerda la liamos. Unas fotos de rigor y la soltamos de nuevo.
Más adelante nos metemos en la parte donde está el ganado (la zona es muy ganadera). En el hato tienen unas 35.000 reses. Nos metemos entre las terneras y nos sorprende el ruido de los cascos cuando echan a correr. Es como una pequeña estampida. Son muy curiosas. Corren unos metros en dirección contraria a nosotros, se paran, y se vuelven todas a mirarnos.
De repente Victor nos dice que ha visto un armadillo y que vamos a atraparlo. Claro, como si supiese yo si eso pincha o muerde o algo ... se más o menos como es, pero nunca he estudiado su modo de defensa. Me recomienda correr y atraparlo duro ... eso es muy relativo, yo corro más o menos, pero mejor hacer un poco el paripé y que sea él quien lo atrape. La carrera que nos hacemos detrás de él es genial, cómo corre el condenado! Al final claro, es Victor quien lo atrapa. Se tira cuando se pare como si fuese a hacer un placaje y lo sujeta contra el suelo. Una vez atrapado si lo sujetas fuerte por los lados, no se mueve, se queda como paralizado. Lo cierto es que es un bicho la mar de curioso, que realmente proviene de otra época.
Tras una tarde más fructífera de lo que esperábamos al llegar, volvemos al campamento, tomamos una cerveza, cenamos, y a descansar.
Miércoles 1 de julio
El desayuno es a las 7 y la excursión a las 8.30, pero nos despertamos a las 8. Tomamos un café y un jugo y nos subimos de nuevo a la camioneta para ver fauna.Vamos por otra zona y en este caso, aparte de algunos de los animales del día anterior, vimos una comadreja criando, distintos tipos de gavilanes, unos murciélagos pequeñajos que se alimentan de peces más pequeños aun, lechuzas, e incluso una tonina en el río. Galápagos, babas, caimanes, cigüeñas, y un lagarto al que no conseguimos fotografiar negro y amarillo que se alimenta de los huevos que roba. Incluso hemos visto las huellas de un jaguar, que es casi imposible de ver, porque sale de caza por la noche. Es curioso, porque parece que nohay nada, pero hay de todo por todas partes. Sólo hay que saber mirar.
Comemos, descansamos un rato y nos vamos a la excursión de la tarde esperando más de lo mismo. Pero no, de nuevo cogemos un camino distinto y vamos junto a un río que va paralelo al camino, tras el cual se ve un campo verde infinito lleno de aves, chigüires, galápagos, babas, iguanas y caimanes. Es como una reunión de animales de esas de Walt Disney donde todos parecen llevarse bien. El paseo es realmente bonito, pero es que aun nos queda lo mejor. Por cierto, que de nuevo vemos una anaconda enroscada en una parte con agua, pero la dejamos tomar el sol tranquila.
Al final del camino, nos bajamos y andamos un poco por donde 2 minutos antes habíamos visto cocodrilos, y nos subimos a una lancha. Nos adentramos en el río sin encender el motor, para no alejar a los animales. Al principio vemos un águila negra a la que le tiran trocitos de carne al vuelo y ésta los atrapa antes de que caiga con sus garras. Es una maravilla verlo. Después nos adentramos más y cogemos unas tiras de tocino grandes, y en esta ocasión, a los que atraemos son a los múltiples caimanes del Orinoco y babas que se acercan a nuestra lancha. Impresiona la fuerza que tienen en la mandíbula y lo alto que son capaces de saltar al darles la comida con un palo. Mercedes les alimenta un poco mientras le saco las fotos. Algún caimán se acerca un poco más a la lancha mientras Victor los aleja como si nada con un palo. Lo cierto es que está el agua como para caerse. Alimentamos a algún que otro bicho más, y hacemos el camino de regreso. Tratamos de ver al oso hormiguero, que hay algunos por la zona, pero se nos resiste. En esta época del año nos dicen que es bastante complicado verlos. Lo que sí que conseguimos ver es un precioso atardecer durante el camino de vuelta.
Cena en el hato y a dormir de nuevo. Por cierto, que nos cuentan la extensión del hato, nada más y nada menos que 54.000 hectáreas!
Jueves 2 de julio
Esta vez sí que nos levantamos a tiempo para desayunar. Nos queda la última visita en el hato. Antes de salir, vemos con suerte lo mejor del día, un oso melero que pasa por la finca y se sube a una palmera. Es algo así como el hermano pequeño del oso hormiguero, y somos afortunados, porque se sube al árbol a dormir. Ahí no le hubiéramos visto de ninguna manera, ya que cuando termina de subir, es difícil distinguirlo aun sabiendo que está.
Tomamos una ruta diferente esta vez, y se nos unen 2 turistas malagueños amantes de los pájaros que vienen con prismáticos en lugar de cámara de fotos. Al salir Víctor padre nos muestra una pareja de búhos reales en un árbol. El resto son más y más pájaros que ya hemos visto pero que son nuevos para los de Málaga. Mucho pajarillo, chigüir, iguana, baba y caiman, nuestros viejos conocidos.
Algo nuevo para finalizar la excursión: paramos para pescar pirañas. A ver si en esta ocasión tenemos más suerte que en el Delta. Esta vez ni siquiera hay un palo que haga de caña, simplemente un sedal con un anzuelo. Parece que ya tenemos experiencia, porque en 30 minutos Mercedes atrapa 3, yo cojo otras 2 y el guía 4. Los malagueños ninguna...
Este es el fin de nuestro paso por el Cedral. Bueno ... según volvemos a las cabañas consigo sacar una foto al lagarto que roba huevos de otras especies, que es bastante rápido y no habíamos conseguido atraparlo con el objetivo durante nuestra estancia, a pesar de haberlo visto unas 10 veces.
Vamos en coche a Barinas para coger el vuelo de vuelta a Caracas. Hacemos un alto en la carretera para comprar mamones, una fruta de aquí que tienen el aspecto de un racimo de pequeñas limas que las abres y tienen un fruto parecido a una uva grande. Se chupa y se come la pulpa, dejando la pipa grande del centro.
Volamos a Caracas y nos recogen Mercedes y Reyes. Nos vamos directamente a cenar a Casa Andrés con la tía Mari y Alberto. Una cena demasiado abuntante y muy agradable después de la cual nos vamos a dormir un tanto agotados.
Viernes 3 de julio
Hoy pasamos un día por Caracas. Se trata de una ciudad que causa un poco de rechazo. Como en toda Venezuela, los coches van con las lunas tintadas, lo que hace cada coche un tanto siniestro y amenazante. Pero además la pintura de las cosas suele estar como sucia y desconchada, hay atascos por todos sitios y a todas horas, y las ventanas de todas las casas tienen rejas en todos los pisos además de vallas electrificadas, pinchos en las tapias, etc. Todo esto que ayuda a que la gente se proteja y se sienta algo más segura es lo que a su vez da sensación de inseguridad.
Aprovechamos la mañana para ir a un par de tiendas de El Hatillo de artesanía de la zona. Luego nos pasamos por el centro comercial de Prados del Este y vemos desde fuera la casa de Mercedes. Mañana entraremos a verla, que ha hablado con la inquilina para que nos deje verla. Continuamos de atasco en atasco y vamos a comer al Aranjuez con todas las tías de Mercedes madre y sus respectivos: Conchita y Güido, Teresa, Angustias, Mari y Alberto. La carne a la brasa que ponen está estupenda. También la yuca frita y las arepitas con queso y guasacaca. Después de la comida vamos a la floristería de Teresa y hacemos un poco de tiempo. Se pone a llover, y debido a los atascos que se forman, nos meten en un taxi pirata para ir al teleférico con Catira y Giancarlo, que iban a ir a buscarnos, pero sino no llegamos a tiempo. El taxista trabaja en el ministerio, pero como no le llega el dinero, cuando sale de trabajar usa su coche como taxi. Hay que tener en cuenta que llenar el tanque de gasolina no llega ni a 1€.
Subimos en el teleférico a El Ávila pero no se ven las vistas por estar nublado. Dimos un paseo por la cumbre y nos metimos en un restaurante de fondues con muy buenas vistas. Al principio no se veía nada, pero según avanzó la noche se fue despejando hasta dejarnos ver una panorámica nocturna de todo Caracas desde lo alto. Bonita vista de valles de montaña llenos de luces. Tras la cena, nos acercaron a casa y nos fuimos a dormir.
Sábado 4 de julio
Hoy se casan mi prima Paula y Álvaro, aunque lamentablemente no podemos asistir.
Vienen a recogernos la tía Mari y Alberto y nos vamos a desayunar a un sitio entre el Hatillo y La Unión donde ponen según dicen las mejores Cachapas de la zona, jugos naturales y pernil (pata de cerdo asada). Se trata de un desayuno realmente contundente, pero lo cierto es que está todo buenísimo.
Nos vamos a Prados del Este a ver el apartamento de Mercedes. La verdad es que la casa es estupenda y la zona bastante tranquila. La inquilina que está alquilada tiene una tienda de antigüedades y decoración y la verdad es que tiene la casa realmente bonita. Tras la visita nos vamos a tomar una cerveza y allí nos recoge el primo Luis Felipe. Nos lleva a su casa, donde conocemos a Patricia, su mujer, y nos enseña a sus compañeros de piso: 3 perros perfectamente educados, 4 loritos naranjas preciosos, un loro gris que se deja coger y acariciar sólo por hombres, por lo que creen que es hembra y otros dos loritos verdes brasileños. En su momento también tuvo serpientes, iguanas y demás. De allí nos lleva a una finca donde tiene a su yegua color canela que hace poco ha tenido un potrillo. La monta un rato y nos enseña las instalaciones. Él tenía pensado que algún amigo suyo nos dejase algún caballo para montar los 3, pero hay una fiesta privada y no va ninguno. Nos cuenta que su yegua no se deja montar facilmente por extraños, que es muy nerviosa, y más ahora con el potrillo, con lo que nos basta con tomar por allí unas cervecitas.
Al anochecer nos lleva a El Hatillo y allí nos encontramos con Andoni que ha llegado poco antes tras venir en coche desde Puerto Ordaz. Nos acostamos, que al día siguiente salimos temprano rumbo a la playa de Morrocoy.
Domingo 5 de julio
Madrugamos y vamos en coche rumbo al piso de Catira en Morrocoy (Tucacas). Las carreteras no se parecen en nada a las de España. Tienen huecos por todas partes, aparte de casi ninguna señal de dirección. Tras casi 3 horas de viaje llegamos al apartamento de Morrocoy. Muy muy bonito. Tiene vistas al mar y a las piscinas de la urbanización, y está estupendamente decorado.
Nos cambiamos, cogemos la cava, compramos cervezas, hielos y algo de picar y nos vamos a la entrada del parque nacional, donde Andoni negocia el precio de la lancha. Contratamos al "bigotes" para que nos lleve a Cayo Juárez aprovechando que es domingo y que los fines de semana se monta una especie de centro de reunión de lanchas donde unos venden comida, otros bisutería, helados... y cada uno en su lancha llamando al de las langostas, o al de las ostras, o con su música. Una escena diferente y curiosa. Aparcamos nuestra lancha y al rato se nos acerca una lancha que nos ofrece comida. Pedimos un poco de pulpo, camarones y ceviche de mero. Muy bueno y fresquito, y la verdad, barato. Al rato se acerca un vendedor de ostras. Catira nos dijo que las grandes son malas, pero que las pequeñas de la zona están muy buenas. Eran de las pequeñas, con lo que compramos un par de docenas. El señor se sube con su cubo, y nos las abre allí. Buenísimas.
Al rato aparece otra lancha ... ¡la leche! Que admite tarjeta VISA y AMEX ahí en mitad del agua... A este le compramos un par de langostitas terciadas que están también muy buenas. Cuando terminamos de comer, de camino a Cayo Norte nos paramos a pedir en una lancha coctelera (con sus batidoras y todo) unas cocadas (cocktail a base de coco). Mmm esto es vida. De ahí al cayo, donde nos dejan para bañarnos un par de horas y luego el bigotes nos recoge a la hora convenida.
Antes de coger el coche de vuelta al apartamento me invita Andoni a una raspada para que la pruebe. Un granizado demasiado artesano.
Fin de fiesta en la piscina cuando anochece. Bajamos un vinito, un poco de lomo y algo para picar y nos bañamos un poco en la piscina entre picoteo y picoteo. De ahí a la cama, que mañana será otro día.
Lunes 6 de julio
Nos despertamos y desayunamos en el apartamento. Repetimos el proceso de la preparación de la cava para la lancha y vamos en busca del bigotes para que nos lleve esta vez a Cayo Sombrero. Tras un rato en la lancha, llegamos a una playita en un cayo, que ya es otra cosa...una calita con arena blanca fina y palmeras, con el agua cristalina alrededor. Además es lunes y estamos casi solos. Cervecita fría, sol y playa ... ¿qué más podemos pedir tras tanto traslado, madrugón y paseo por Venezuela?
Pasamos un agradable día de playa, y cuando se va acercando la hora de comer empiezan a acercarse lanchas con comida por mar, y hombres a pie por la playa. Aprovechamos que la vida son dos días y estamos de vacaciones y nos compramos 3 langostitas por 100BsF (aprox. 13€) y también al rato 24 ostritas por 30BsF (unos 4€). ¿Cómo no va uno a darse este capricho?
A la hora pactada nos recoge el bigotes y nos vamos a comer al restaurante Timón en el pueblo. Comemos muy bien, aunque nos hemos pasado pidiendo, más cuando llevamos varios días en que no dejamos de estar llenos en ningún momento. Nos llevamos en un taper los restos de camarones y pescadito.
Volvemos al apartamento y repetimos el plan de noche en la piscina, esta vez añadiendo algún roncito y whisky para Andoni. A dormir tras una buena ducha.
Martes 7 de julio
San Fermin... por aquí no hay encierros.
Hoy dado que el sol pegó fuerte ayer e hizo mella en nuestros cuerpos, y teniendo en cuenta que tenemos que volver a Caracas, optamos por pasar la mañana en la piscina de la urbanización. Un día tranquilo. Encargamos un arroz para 4 y la señora nos dice que para 3 mejor. Lo recogemos ... deberíamos haber pedido para 2 ... y nos lo comemos en el apartamento. Recogemos e iniciamos la vuelta. Justo antes de salir, se rompe el manguillo del retrete y empieza a salir agua. Menos mal que aun no habíamos salido, que si no nos damos cuenta, se lía. Vamos a una ferretería y en 45 minutos lo tenemos cambiado, que Catira se lo encuentre perfecto cuando vuelva. A la vuelta llegando a Caracas paramos en casa de Catira para devolverle las llaves y nos invitan a cenar a base de picoteo. Tequeños, empanadillas, carpacho de pez espada, chorizo...todo muy bueno. Incluso Catira encontró para nosotros cerveza de la comunidad Tovar, que la probamos el día que cenamos con ellos en el Ávila y comentamos que es la que más nos había gustado hasta el momento. Es una persona realmente detallista. Por cierto, que tienen una casa estupenda.
Regresamos después al Hatillo, que a las 5 tenemos que levantarnos para ponernos rumbo al paraíso ... los Roques.
Miércoles 8 de julio
Andoni nos lleva al aeropuerto de Caracas. El vuelo sale de un anexo al aeropuerto. Son 45 minutos de vuelo hasta Gran Roque. El mar es azul turquesa y el agua clara y cristalina. Pagamos los impuestos de rigor, ya que aquí todo es parque nacional. Nuestro enlace del alojamiento nos acompaña dando un paseito de 3 minutos a la Posada la Movida, en la que nos quedaremos estos días. Gran Roque no está ni siquiera asfaltado, son calles de tierra y no se ve ningún coche dentro. La posada está muy bien, sin grandes lujos, pero está limpia y bien decorada, como no, con recursos que el mar les da estando en pleno arrecife de coral. Dejamos las cosas en la habitación y desayunamos algo. Mientras tanto, nos preparan la cava para la comida y aprovechamos para ir a alquilar los equipos de snorkel. Ya con el kit completo, no recoge una lancha y nos lleva a Madrizki; se trata de un cayo cercano con la arena blanca blanca y aguas completamente transparentes. Nos dejan allí con nuestra cava, la sombrilla puesta y un par de sillas y toallas y les decimos que nos recojan a las 5.30. Pasamos un día de playa normal, pero en una playa estupenda. En nuestro primer baño nos encontramos en el fondo una increíble estrella de mar roja enorme. Tras unas cuantas pruebas, vemos que es dura como una roca, y que no pasa nada si la levantamos para verla mejor. Qué maravilla!
El agua está llena de miles de peces casi transparentes. Hay unos muy pequeños a miles, y al meterte un poco más son parecidos, pero más grandes. Vemos también un grupo de unos 5 erizos de mar, pero enormes. Otra cosa diferente a lo que estamos acostumbrados es que hay muchos pelícanos (me los esperaba blancos, pero no). Cada poco rato alguno alza el vuelo y se tira en picado contra el agua para pescar. A su lado les acompañan un tipo de gaviota que cuando pesca el pelícano se pone justo a su lado al sacar la cabeza por si se le cae la presa.
No recogen a la hora convenida, nos duchamos y damos un paseo por el pueblecito. Aprovechamos para contratar en un centro de buceo el bautismo al día siguiente (después de la cena nos pondrán un video introductorio a modo de cursillo básico). Cenamos en la posada, estupéndamente por cierto (carpoacho de atún, atún fresco a la plancha con miel y mostaza, ensalada y flan. Todo con un poco de vino blanco, y la compañía del resto de huéspedes, que eran casi todo brsileños.
Vamos a ver el vídeo, y en cuanto termina, a la cama, que el día ha sido larguísimo y entre el madrugón y el sol, estamos agotados.
Jueves 9 de julio
Desayunamos en la posada y nos vamos al centro de buceo. Nos probamos allí los trajes de neopreno y las aletas y a continuación subimos al barco. En primer lugar vamos a Madrizki a una zona donde el agua nos llega un poco por encima de la cintura. El monitor nos enseña los 3 ejercicios básicos antes de ir al área donde vamos a bucear. El primer ejercicio es quitarse el regulador de la boca y ponérselo de nuevo bajo el agua soplando antes para no tragar agua. El segundo setrata de soltar el regulador completamente bajo el agua para ver cómo recuperarlo y ponerlo de nuevo en la boca. Por último, tenemos que dejar que entre agua en la máscara para que mirando hacia arriba, y soplando con la nariz se vacíe por completo. Hecho esto nos movemos hacia un talud que hay en esa playa por la que descendemos poco a poco compensando con la nariz al ir descendiendo, y al bajar 3 o 4 metros, hacemos buscamos el punto de flotabilidad llenando o vaciando aire en el chaleco (claro, que también afecta para ello la cantidad de aire que va en los pulmones). Lo cierto es que en varios de esos momentos me sentí bastante agobiado, sobre todo cuando estaba parado mientras probaba ejercicios con Mercedes y tenía demasiado tiempo para pensar. Sientes que el aire no es suficiente, que necesitas abrir la boca y subir, pero por lo que dicen la primera vez es normal.
Tras este mini curso rápido, subimos de nuevo al barco y nos vamos a la parte trasera de Gran Roque, donde varamos y empezamos el buceo de verdad. El punto tiene una profundidad máxima de 12 metros. Bajamos poco a poco opr la cuerda del ancla, que baja en diagonal, y vamos compensando los oídos. Al llegar al fondo, buceamos rodeando una roca grande a modo de islita durante unos 25 minutos. Algún momento puntual de angustia y descontrol, pero el fondo está lleno de peces y coral y no hay tiempo para aburrirse. El paseo es impresionante, se trata de un mundo distinto del que hay a la superficie y se ve con otra perspectiva. Poco a poco se va cogiendo el truco para desplazarte más o menos como quieres. El aire que metes o sacas de los pulmones controlan en buena medida la altura. Volvemos al barco y el capitán nos deja en Franciski, cayo en que habíamos acordado con los de la posada que nos dejasen las sombrillas, las sillas y como no, la cava.
Franciski es del estilo de la cala del día anterior. Agua y arena perfectas, pero con una diferencia. Cruzando a pie por el cayo, nos encontramos en el otro extremo una piscina natural pegada al mar que nos dicen que es de los mejores sitios para hacer snorkel. Más coral y más peces. Vamos para allá de visita y ciertamente es una maravilla. Algo que nunca me había pasado: llevamos un poco de pan que nos sobró de la comida para hacer como en Menorca y echarlo alrededor haciendo snorkel y ver a los peces de cerca. Fue curioso, porque el echar el pan los peces pequeños a los que se lo tirábamos no lo comían, sin embargo aparecían de repente los grandes de unos 30-40cm e incluso te daban al acercarse. Te tocaban y te miraban desde una distancia de unos 5cm. Tan cerca, que Mercedes estaba agobiada y tiró todo el pan a otro extremo. Pero lo más curioso es que yo acerqué la mano a uno y se dejaba incluso acariciar. Les tocaba el lomo con la mano entera abierta y se movían un poco, pero apenas.
Disfrutamos un rato de la laguna y luego otro poco de playa. Por cierto, que en este cayo hay muchas lagartijas de un color negro brillante muy bonitas.
Vuelta a la posada y cena buenísima de nuevo con pasta, berenjenas y lomitos de pargo. Un roncito en la terraza y a dormir.
Viernes 10 de julio
Hoy hemos contratado ir a una playa más lejana. Tras el desayuno y tras alquilar el equipo de snorkel (y pedir un poco de detergente para limpiar la máscara y que así no se empañe ... gran truco que nos enseñaron en el buceo), nos hemos ido en lancha hasta Cayo del Agua. Está a 1h de distancia. Es una playa preciosa (alguien allí nos dijo que está catalogada entre las mejores del mundo, y al buscarla, efectivamente, sale en muchas votaciones). Una parte es chulísima, porque son como dos playas diferentes separadas por el interior del cayo, lo que sucede es que en una parte se va estrechando y se unen las dos playas, quedando una playa de un par de metros de ancho, pero con agua a los 2 lados. Un lugar idílico con su faro y todo.
Tras pasar toda la mañana en Cayo del Agua, hemos parado de vuelta en Des Mosquises, una pequeña isla donde hay una fundación de ayuda a las tortugas marinas. Sólo quedan 8 especies de tortugas marinas en el mundo, de las cuales se dan 6 en Venezuela y 4 de ellas viven en Los Roques. Una de ellas es la de carey, la que matan por su caparazón. Nos enseñan unas cuantas crias (de 5 a 8 años, ya que viven hasta los 100) y nos cuentan a qué se dedican.
Seguuimos camino con la lancha y esta vez paramos en Cayo Norisky, donde habíamos dejado por la mañana a la ida a una familia de uruguayos. Dicen que en ese cayo vive una familia de 5 o 6 ejemplares de tortuga, y la gente se queda ahí para ver si las ve (bueno, y porque este cayo también es una playa perfecta). Nos bañamos unos 30 minutos antes de volver a Gran Roque y mientras yo me meto Mercedes se queda en la orilla. En esto que me encuentro de repente una tortuga nadando cerca de mí. Nado (con las gafas de snorkel claro) dejando un par de metros para que no se asuste y la sigo durante unos 10 minutos hasta que por fin Mercedes ve mis señas y se une. Estaba loca por ver tortugas, con lo que no podía dejar que se me escapase. Yo continúo siguiendo a la tortuga un rato y tengo incluso la oportunidad de tocarla un par de veces. En esto que me avisa Mercedes de que junto a ella hay una tortuga unpoco más grande. Dejo a la mía y empiezo a nadar hacia ella, y en esto que de camino me encuentro otra tortuga más. Nada menos que 3 de 6 en media hora! No está nada mal. Cuando volvemos al barco se lo contamos a los uruguayos y resulta que la niña estaba enfadadísima porque llevaban todo el día intentando ver una tortuga y no habían visto ninguna. Parece que sí que tuvimos suerte a la vista de esta nueva información, más teniendo en cuenta que ellos eran 5 buscando.
Vuelta a la posada. Un paseo más, organizamos un poco la maleta para no perder tiempo el día siguiente, y a cenar. Gran cocinera Francesca. La posada (La Movida) merece la pena aunque fuese solo por las cenas. Compartimos la mesa con el resto de huéspedes, que en su mayoría son brasileños (unos de Sao Paulo y otros de Pelotas), y por suerte muy agradables. Un par de italianos más mayores y dos españolitos, que éramos nosotros. Por suerte todos los brasileños hablaban bastante bien español, con lo que fue el idioma común. Tras la cena como es nuestra última noche, les convidamos a terminar con nosotros lo que queda de nuestra botella de Ron Diplomático y a dormir. Esto se va acabando ... snif.
Sábado 11 de julio
Último día de playa, y encima es corto. Nos llevan a Franciski de nuevo, esta vez con dos de los brasileños (Andrea y Ricardo), que se vuleven a Caracas en el mismo vuelo que nosotros. Es sábado y se nota que hay bastante más gente. Los criollos (locales) sifrinos (pijos) aprovechan el fin de semana para ir a Los Roques. Bañitos, cervecitas y sesiones de snorkel. Ricardo y Andrea nos invitan a un vinito que han llevado a la playa para celebrar el fin de vacaciones.
Nos vamos a la piscina natural con Andrea para hacer un poco de snorkel, y como no, vemos algo nuevo: una barracuda. Tampoco conviene acercarse mucho, que tiene unos dientes bastante serios y puede atacar si se siente amenazada.
Nos recogen a las 13:30 y vamos a la posada por nuestras cosas. De allí a la oficina de billetes del aeropuerto ... esto me recuerda al anuncio de Malibú. Despegamos y echamos un último vistazo desde el aire al paraíso que abandonamos.
Nos recoge Andoni en el aeropuerto y dejamos a los brasileños en su hotel, que nos queda de camino. Llegamos al Hatillo, donde encontramos reunida a gran parte de la familia en lo que será algo así como una cena de despedida. Productos y vino españoles, que son la delicia de muchos de los de allí. Lo cierto es que son todos muy cariñosos y te hacen sentirte muy a gusto. Especial ternura me da Güido, con el que puedo pasar un rato. Es una de esas grandes personas de las que todo el mundo cuenta maravillas, que ha sido como un padre para todos sus cuñados y sobrinos. Me recuerda un poco a mi abuelo Ela.
Besos, abrazos y despedidas, y a dormir un rato.
Domingo 12 de julio
Llega el final de nuestro viaje. Pasamos la mañana tranquilos organizando las maletas, y poco más. Andoni nos lleva a ver un terreno que hay ahí cerca en el Hatillo que es de Mercedes y aprovechamos para ver los alrededores del Hatillo, pero poco más.
Vamos al aeropuerto con muchísimo tiempo de antelación y aquello es un caos. En vez de mandar las maletas a donde correspondan al hacer la facturación, las están almacenando todas en la cinta, con lo que se les forma una montaña de maletas para cuando llega nuestro turno, tras casi 3 horas de cola. Te paran demasiadas veces para preguntarte lo mismo hasta que llegas al avión: la guardia nacional, aduanas, inmigración ... pero bueno, al final uno llega al avión. Salimos con 2 horas de retraso, porque a la guardia nacional le da por llamar a pasajeros que están ya sentados para que bajen y abran sus maletas. El piloto pide disculpas y dice resignado que estas cosas suelen pasar en Venezuela. Cuando logramos salir, el vuelo sin incidencias y llegamos a Madrid con retraso, a eso de las 9 de la mañana, sin más tiempo que pasar por casa para dejar la maleta e ir directamente a la oficina. Se nos acabaron estas más que estupendas vacaciones.