DIARIO DEL VIAJE: SIRIA
Sábado 19 de agosto
Partimos en viaje a Damasco haciendo escala en Paris sin ningún retraso ni problema. Cabe destacar la puntualidad en incluso la comida ofrecida por Air France.
Al llegar a Damasco nos vamos en taxi al Fardos Hotel sin tener reserva confirmada. Dado que acabamos de llegar y que no nos apetece que se nos haga tarde, contratamos en uno de los mostradores que hay dentro del aeropuerto un taxi que nos lleva al punto que queramos del centro de Damasco por 600libras sirias (unos 9€). A pesar de que no tengamos reserva, conseguimos que nos den dos habitaciones. El hotel no es nada del otro mundo, pero está limpio, y desde una zona en que nos podemos mover bien a los demás sitios. De hecho el hotel resulta caro para las instalaciones, calidades y servicio que ofrece, de modo que recomiendo buscar otro, pero estábamos organizados ya así y nos quedamos.
Nos vamos a cenar por el casco antiguo. Cogemos un taxi que nos lleva, y casi ya llegando, María, que es quien llevaba el fondo que habíamos hecho dice de repente: “¿alguien ha cogido el fondo? Premio. El fondo era lo único que teníamos en libras sirias. Por suerte Javi había cogido dólares, y tras analizar un poco el cambio, consigue convencer al taxista para pagar en dólares y que le devuelva en libras sirias. El trayecto nos sale sólo por 1€, los taxis son muy baratos, pero hay que tratar de negociar el precio antes de salir si vemos que no lleva taxímetro, ya que sino, intentan timarnos al llegar.
Damos un paseo por el centro y cenamos en la terraza de un restaurante que está pegado a la Mezquita de los Omeyas: Leylas. Lo cierto es que comimos de maravilla, y el servicio estaba fenomenal. Un poco de taboulé, falafel, humus, un variado de carnes a la parrilla, buraks de queso (como palitos de pasta blé fritos rellenos de queso), y unas verduritas en tempura. Es curioso que nos permiten una ronda de cervezas (que no aparecían en la carta), pero al pedir la segunda nos dicen que ya no servían. Cambiamos a la limonada natural y limonada natural con menta, que estaban muy buenas. Probamos una sisha (pipa con tabacos de sabores) a modo de postre, y decidimos pagar con lo único que llevábamos … con dólares. Por su expresión no se sabe si nos dejaban o no. No llegamos a entenderlo. Pero nos trajeron la factura en libras sirias. Calculamos un cambio tirando por lo alto, y pagamos 50$ por los 4. Se quedaron con cara de sorpresa, en principio creemos que porque debimos dejar unos 8$ de propina, lo que dado el precio de las comidas, era bastante considerable. O eso o dejábamos poco, realmente no sabemos qué pensar, pero volvimos otro día y nos miraban con buena cara.
Volvimos paseando por el zoco y cogimos un taxi de vuelta al hotel.
Domindo 20 de agosto
Hoy hemos pasado el día completo en Damasco. Es domingo, pero en estas zonas descansan el viernes y el sábado. Se hace un poco raro ver un domingo con la actividad de un día laborable.
Desayunamos en una cafetería cerca del hotel. La bollería es bastante buena: croissants rellenos de chocolate, para todos menos para mí, que no hay suficientes. En su lugar, me dan unos hojaldritos de queso muy suave, que estaban muy buenos.
Damos una vuelta por el zoco. Es muy curioso: puestos especializados y divididos por zonas. A mí me gustan especialmente las zonas de especias y frutos secos.
Visitamos el Palacio de Azem. Se trata de un ejemplo de palacio de época donde reviven con figuras los usos de las distintas dependencias. Allí nos encontramos con dos españoles que trabajan en la embajada en Damasco y que nos ponen en contacto con una persona para que nos lleve el día siguiente a Palmyra. También llama al de un restaurante de Palmyra para avisarle que iremos al día siguiente y que nos trate bien. Nos indica por donde es mejor comprar alfombras y su precio aproximado (no deberíamos pagar menos de 800 ni más de 1300 libras sirias).
A la salida decido probar en la calle un granizado de mora natural. Es muy dulce, pero está muy bueno. Quizá me produzca luego efectos secundarios, pero bueno, por el momento bien.
Vamos a la Mezquita de los Omeyas. Antes de entrar, visitamos la tumba de Saladino, que está en la parte de atrás de la mezquita. Lo primero es pagar la entrada y coger unos trajes de jedi con capucha para las niñas, que sino, no pasan. Nos descalzamos y entramos en la mezquita. Es una preciosidad. En la fuente central hay gente siguiendo el rito del lavado siguiendo los pasos exigidos. Me sorprende un poco el suelo: es de un mármol muy agradable a los pies. Tras cruzar el patio, entramos en la nave principal de la mezquita. Es un gran espacio abierto de columnas con el suelo completamente cubierto de alfombras cosidas entre sí formando un perfecto puzzle. Y olor a pies… Es curioso que dentro de la mezquita hay un monumento donde se dice que está la cabeza de San Juan Bautista. Lugar curioso para guardar esa reliquia. Pero hubo una época en que la mezquita se transformó en iglesia, lo que explica la presencia de la supuesta cabeza del Bautista. Yo suponía que estarían todos rezando, pero no, la mezquita se presenta más como un lugar de reunión que de oración. Algunos rezan, otros hablan en pequeños corros sentados en el suelo. Nos sentamos un rato y al poco tiempo viene un lugareño a decirle a María que se tape. Y es que se le veía un poco un tobillo…
Tras la visita nos internamos más en profundidad en el zoco. Me sorprende que no te asaltan según vas pasando. Alguno te llama y te invita a pasar, pero no llega a ser muy pesado.
Comemos en Al Malawi, un restaurante muy bonito que está entre una de las calles del zoco. En este caso probamos:
Un poco más de zoco después de comer y visita a la iglesia de San Pablo. Se supone que está localizada en el lugar donde cayó del caballo y se cambió el nombre. La iglesia no vale mucho, pero es curioso ir.
Un paseo por el casco antiguo y una limonada y una sisha en una terraza de al lado de la mezquita mientras anochecía.
Cenamos en Elissar. Se supone que es el mejor restaurante de Damasco. La verdad es que el sitio es una preciosidad. Recomiendo cenar en el patio de abajo, no en las terrazas, que es mucho más agradable. La comida está buena, aunque nos gustó más la del día anterior. Pero hay que ir. Nos choca que la carta no tiene precios y que incluye menos platos tradicionales y más internacionales. Al final pagamos unos 40€ por la cena de los 4.
Volvemos en taxi al hotel. Lo de los taxis hay que contarlo, porque no puede mostrarse en las fotos. El tráfico es de locos. Hay un par de semáforos y muchos coches, en su mayoría taxis. Deberían estar parados, pero sorprendentemente circulan. Parece no haber normas, simplemente das el doble pitido marca de la casa y te haces hueco. Se suben por la acera, dan marcha atrás en una mega-rotonda delante del policía … pero no se sabe cómo, funciona. Lo de los taxis parece un concurso de tunning hortera. Matrículas con luces que se encienden y se apagan, tubos de neón dentro del habitáculo, pegatinas en el parabrisas, una especie de alfombra de pelo sobre el salpicadero … se ve de todo. Muchos de ellos, como no, con su vasito de té, que aprovechan para beber en alguna paradita inesperada.
Por la noche se ven muchas luces de neón en la ciudad. Todas las mezquitas tienen sus tubos de neón verdes para que se las vea bien. Algunas casas, muchos coches … parece la feria.
La verdad es que es una ciudad que se me hace más agradable con la noche. Por el día se ve demasiado el mal estado de todo. Es una pena, porque tiene buena base por decirlo de algún modo, pero todo está muy deteriorado … todo, menos las mezquitas, que están perfectamente cuidadas.
Lunes 21 de agosto
Viene a buscarnos al hotel el conductor que hemos contratado para hoy (Mohamed) para que nos lleve a Palmyra. El viaje es bastante tranquilo. La carretera está bastante bien, la verdad. El paisaje es árido, no desértico, pero diferente a lo que está uno acostumbrado a ver. A mitad de trayecto paramos en el Bagdad Café a tomar un té. Está cerca de la desviación que conduce a Irak. El sitio es muy agradable. Allí es donde se rodó la película Bagdad Café. Es parada obligada de camino a Palmyra. Al seguir carretera vemos que existe un segundo Bagdad Café a escasos 2km, pero no es el original.
Llegamos a Palmyra tras 2,5h de viaje. Enseguida vemos a los lados tumbas y restos arqueológicos. Se ve bastante interesante de primeras, pero tampoco parece espectacular desde el coche. Nos dirigimos en primer lugar al Templo de Bel, que es el único sitio en que hay que pagar entrada. Los de las entradas son bastante antipáticos, tanto, que decido no comprar la guía de las ruinas que pensaba llevarme. Al entrar todo se ve desde otra perspectiva. De repente todo se vuelve más espectacular y grandioso. Hay muchas columnas en pie y puede hacerse uno la idea de cómo debía ser en su tiempo. Es increíble lo bien que se conservan algunos capiteles corintios: en perfecto estado hasta el último detalle. Visitamos toda el área del templo y nos vamos después a las ruinas exteriores, que son gratuitas. Es una maravilla. Desaparece casi todo signo del mundo moderno y uno se trasladas a otro tiempo como por arte de magia. La avenida de columnas es increíble. Creo que se trata de una de las avenidas de columnas mejor conservadas del mundo. Hace bastante calor, pero sinceramente, creía que sería bastante peor.
Tras recorrer toda la zona nos vamos a comer al restaurante del Hotel Heliópolis que nos han recomendado. Merece la pena comer ahí. El restaurante está en la quinta planta y a través del ventanal se ve una postal perfecta de las ruinas y del oasis. Cuesta apartar la vista de la ventana. Además, la comida está muy buena, y el servicio es muy amable.
Después de comer nos dirigimos a ver las tumbas. Acercamos en nuestro coche al “guardián de las llaves”, un hombre del museo que tiene una enorme llave de hierro que abre las puertas de las tumbas. Las tumbas no son una cosa espectacular, pero creo que merece la pena ver un modo distinto de enterramiento. Cabían unas 200 personas apiladas en una tumba.
Después subimos al castillo desde el que disfrutamos de una vista privilegiada de toda la zona. El oasis es bastante más grande de lo que parecía desde abajo. El conductor nos cuenta que hay un gran lago junto al oasis que ahora no podemos ver, pero es que en verano desaparece. Uno no puede perderse esta vista, ni mucho menos esta excursión de un día. No nos dio tiempo a quedarnos, pero dicen que el anochecer y el amanecer en Palmyra es espectacular. El mejor punto para verlo es desde el castillo.
Unos días después, nos comentaron unos españoles que encontramos en Petra, que en Palmyra ellos se había bañado en unas piscinas naturales que están junto a las ruinas. Pero nosotros no las vimos. Nos comentaron que ese baño fue un auténtico placer.
Cogemos el coche y nos ponemos de nuevo en rumbo a Damasco, a donde llegamos ya de noche. En el recorrido de Damasco a Palmyra, hay zonas junto a la carretera en donde pueden observarse antiaéreos. Quizá no sea extraño en esas zonas, pero en España uno no está acostumbrado a ver elementos militares.
Dado que no tenemos demasiada hambre decidimos dar un paseo e improvisar el lugar de la cena. Nos ponemos a andar y llegamos a la zona comercial. No el zoco, sino la zona de tiendas donde no se ve mucho turista que se diga. Aprovechamos para que Javi compre algo de calzado para Petra, ya que en Palmyra se le han empezado a romper las sandalias.
Decidimos saltarnos cena en restaurante y probar con algo más local. Sin locuras, pero algo más económico que frecuente la gente de allí, para poder comparar. Nos metemos en un sitio que parecía bastante nuevo que era algo parecido a un restaurante de comida rápida, pero Siria. Pedimos una pizza para María y 3 shawarmas de pollo para los demás. Una bebida cada uno y una ración de patatas fritas. El shawarma estaba buenísimo, creo que el mejor que he probado. Era muy suave y nada grasiento. Ha sido un acierto probar algo local. Todo nos costó unos 5 dólares! Sorprendente.
Volvemos al hotel para descansar un poco, que por la mañana nos vamos a Aleppo en avión.
Martes 22 de agosto
Nos recoge Mohamed (el conductor de ayer) para llevarnos al aeropuerto. Hemos decidido contratarle para el resto del viaje. Nos recogerá en Aleppo mañana y desde allí nos llevará a Damasco, pasando por Crack des Chevaliers. Después nos llevará a Petra, parando en Bosra y Hueras. Y de Petra nos llevará finalmente al aeropuerto de Amman.
Llegamos al aeropuerto y ya dentro de la zona de facturación vemos que no nos han dado el día anterior al comprar los billetes el de las 8:45 como habíamos pedido, sino el de las 03:30. Ups, esto pinta mal de primeras. Decidimos probar suerte y hacernos los sorprendidos si nos decían algo … pues nada. Ni un comentario. Nos dan nuestras tarjetas de embarque para el vuelo de las 8:45 y nos vamos rumbo a Aleppo. Al pasar por el control nos cogen el pasaporte aun siendo un vuelo interno y nos dicen que nos lo devolverán en Aleppo. Esto no lo he visto nunca, pero sino, no volamos.
Al llegar a Aleppo cogemos un taxi y nos dirigimos al hotel. Estamos en otra ciudad inundada de taxis amarillos. Llegamos al hotel Beit Wakil y resulta que no era ese. Estuvimos mirando dos y Javi estaba convencido de que era el que habíamos cogido al final. El hotel era una preciosidad. Por si acaso preguntamos si había habitaciones, porque solo tiene 10. Pero sí quedaban. Era más caro que el que habíamos reservado, pero dudamos. Bueno, decidimos ir al nuestro y decidir después, ya que era reserva sin garantía. El otro no estaba mal, pero nos gusta más el primero, con lo que nos damos a la fuga y volvemos al inicial. Nos dan 2 habitaciones que son una preciosidad. Se notan los efectos de la guerra del Líbano en el turismo, porque según la guía es un hotel que tiene siempre una lista de espera de al menos semanas. Nos dan 2 habitaciones y a Elena y a mí nos toca la buena: una suite con todo decorado en madera oscura, grandes ventanales al patio, un baño árabe precioso … vamos, que nos había bastado una sola habitación para los cuatro.
Dedicamos el día a pasear por la ciudad y ver el zoco. El zoco es muy bonito, prácticamente entero abovedado. No está mal, porque los vendedores no son demasiado pesados. Es visita imprescindible.
Fuimos a la Gran Mezquita Omeya (Jamea el Kebir), pero esta vez no fue muy agradable para las mujeres. De nuevo se convirtieron en dos jóvenes jedis. Aleppo es un poco menos tolerante con las mujeres con temas como que las mujeres enseñen carne, con lo que la camiseta de Elena, y la camisetita de tirantes de María no eran muy bien recibidas. Pero bueno, simplemente las mira todo el mundo por la calle, y de vez en cuando eran golpeadas suavemente al pasar en el zoco por alguna de las “cucarachas” como ellas decían, aquellas mujeres tapadas de negro de arriba abajo. Es curioso, que son más intransigentes las mujeres que los hombres en ese aspecto. El caso es que al entrar en la mezquita estaba hablando el imán en la nave principal, con lo que a ellas no les dejaron pasar más que a la zona de las mujeres. El imán discutía calmadamente con los que estaban sentados a su alrededor. Es curioso. Se asemejaba a la típica imagen de Jesús cuando hablaba para multitudes. Sin una palabra más alta que otra. Quizá no seamos tan distintos aunque unos pocos radicales nos den esa sensación. Nuestras mujeres entraron por tanto en la zona “ellas”. Salieron muy irritadas, porque las propias mujeres las habían arrinconado haciéndolas sentir bastante mal. Una anciana incluso se acercó a ellas diciendo algo que no entendían mientras se golpeaba en la frente con el corán.
Otro paseito y algunas compras, y Javi y yo nos fuimos a los Baños El Hamman Al Nahasin, donde evidentemente no pueden entrar hombres y mujeres a la vez. Ellas tienen 1 o 2 días a la semana. Son unos baños turcos del S.XII muy bonitos. Decidimos darnos el tratamiento completo: baños, masaje y bebida, por unos 7€. El baño turco estaba extremadamente caliente, y cada entrada era más y más breve. Al rato yo no aguantaba más de 20segundos. Se me aceleraba el corazón y tenía que salirme. Tras un rato de aguas y vapores, toca el “masaje”. Mejor dicho la paliza. Comienza Javi, que ya estuvo 6 años antes y lo recordaba como la gran paliza. Primero te rascan todo el cuerpo con una manopla de lija. Después te enjabonan y te masajean los músculos, pero de un modo un tanto doloroso. Aclarado y listo. Según veía a Javi y las caras que ponía de dolor, la verdad es que se me quitaban las ganas de ser el siguiente. Pero al final no era para tanto. Claro, que yo ya estaba preparado para lo que venía, que lo había visto primero. Después del aclarado te colocan 3 toallas de forma estratégica de modo que te seques de arriba abajo. Mientras, disfrutas de algo de bebes sentado o tumbado tranquilamente en los asientos.
Después del baño, nos reunimos con las chicas y nos fuimos a cenar a Sisi, un restaurante precioso al lado de nuestro hotel. La cena estuvo muy bien, salvo por un problemilla que surgió al pagar en dólares, que mejor olvidaremos para no manchar el nombre del restaurante más recomendado en las guías. Sólo recomendamos no pagar en moneda que no sea libra siria, y en ese caso, no mirar el cambio ni los redondeos que intentan. No era un problema de dinero, sino de principios.
Al hotel a descansar que mañana tenemos que madrugar para visitar la ciudadela, y comprar unas cosas en el zoco antes de irnos hacia Crack des Chevaliers.
Miércoles 23 de agosto
Madrugamos y desayunamos en el hotel. El comedor es muy bonito, es uno de los sitios recomendados para comer en las guías de viaje.
Nos vamos a la ciudadela. La vista de la ciudad sorprende, la ciudad no parecía tan grande. Por lo visto son algo más de 3 millones. La ciudadela merece la pena, una ciudad rescatada dentro del recinto. No puede uno perderse el salón del trono, es una verdadera maravilla. Nos cuentan que allí dieron a los reyes de España una cena de gala.
Después de la ciudadela fuimos al zoco en busca de los manteles encargados. Javi es nuestro regateador oficial. Y es que de vez en cuando mete alguna palabrilla árabe que aún recuerda de sus 3 años en Oriente Medio. El tendero no para de mirarle y lanzarle indirectas. Ya le dijo el día anterior que había estado en Madrid en la zona de Chueca y que era una zona muy bonita y abierta. En sus regateos el sirio va soltando perlitas como “baby” mirándole con ojos golosones, o “honey”, o incluso un “en otro sitio no me importaría estar debajo” … Pero la verdad es que soltaba estas cosas muy disimuladamente. Buen regateo, pero a lo que vamos … en un momento dado el sirio le dice que le rebaja otras 500 libras si le da dos besos … y lo siento Javi, pero no podía dejar de escribirlo aquí .. ACEPTA. Debo decir que muy meritorio por su parte, porque encima el descuento en cuestión no era para él, sino para nosotros. Y al rato le regala otros dos besos para otro descuentito … no quiero decir más.
Nos recoge nuestro conductor y nos encaminamos a Crack des Chevaliers. Por el camino compramos unos pistachos crudos, que no los habíamos probado aun, y por lo visto se ven sólo en Siria. El árbol es parecido a un frutal y acaban de recogerlos del árbol. El fruto es de color rosáceo al que se le quita una primera piel blanda bajo la cual está el fruto que estamos acostumbrados a ver, aunque la cáscara es más blanda al no estar tostada.
Llegamos a Crack des Chevaliers. Antes de visitarlo comemos en un hotel que está a mano derecha por la carretera de acceso al castillo, pero un poco después de haberlo pasado. El restaurante tiene un ventanal con vistas al castillo muy recomendable. El castillo es espectacular. Está perfectamente conservado. Es del año 1100. Se ve que es eminentemente defensivo, y es que nadie logró conquistarlo. Tiene una doble muralla y un doble foso. Recorremos todas las estancias y vemos las vistas desde lo alto de la más alta torre. El emplazamiento es privilegiado desde el punto de vista defensivo y la vista por tanto lo abarca todo.
Volvemos a Damasco y tras una vuelta breve por el zoco por la noche nos tomamos un zumo natural y algo de picar al lado del hotel y nos vamos a dormir, que mañana nos taca Jordania.
Jueves 24 de agosto
Hoy nos toca el viaje a Petra con paradas intermedias. Nuestra primera parada es Bosra. Partimos con la idea de que lo único que hay que ver allí es el anfiteatro romano, sabiendo que es de los mejores conservados del mundo. Decidimos dar una vuelta por la ciudad antigua en coche de caballos. El cochero va levantando el puño cuando se cruza con alguien como diciendo :”llevo unos turistas”. Y es que se nota los efectos de la guerra del Líbano. Somo los únicos turistas en todos los sitios a los que vamos.
Nos llevamos una grata sorpresa al ver los restos de la antigua ciudad romana. Nos cuentan que la gente construyó sus casas sobre los restos de la antigua ciudad romana y que el Estado había ido comprando poco a poco esas casas y estaba rehabilitando la zona. Aún quedan algunos espacios habitados, aunque ya son pocos. A esa gente están reubicándolos en la parte nueva de la ciudad de Bosra.
Visitamos el anfiteatro. Es espectacular. Está perfectamente conservado. Uno no puede perdérselo por mucho que haya visitado Mérida. Las galerías interiores, las gradas, el escenario … todo está sorprendentemente bien cuidado.
Dejamos Bosra y salimos de Siria, no sin antes comentar una parada en la gasolinera. Se le ponen a uno los pelos de punta al ver lo que se hace en las gasolineras. No fue en una concreta, sino que lo hemos visto cada vez que hemos parado. Lo primero es que los sirios no apagan el motor a la hora de repostar. Por otro lado, muchos surtidores tienen una manguera sin dispositivos de cierre, por lo que cuando cierran el grifo, sigue goteando abundantemente mientras la devuelven al surtidor. Los teléfonos móviles evidentemente encendidos. Para qué iban a apagarlos, si la gente está fumando en medio de ese panorama. De locos.
DIARIO DEL VIAJE: JORDANIA
Jueves 24 de agosto
Salimos de Bosra y entramos en Jordania por carretera. Paramos en nuestro camino a Petra en Jerash. Hay que visitar los restos romanos. Lo cierto es que el precio es bastante caro (unos 9€), pero merece la pena verlo. La vía principal es espectacular.
Nos vamos a Petra, donde llegamos cerca de las 9. Es ya de noche. Salgo corriendo mientras los demás descargan el equipaje a ver si consigo sacar billetes para la visita Petra By Night, una visita nocturna al Tesoro que sólo puede hacerse los lunes, martes o jueves. Así que nuestra única oportunidad era ir esa noche. Nos venden los tickets pero nos avisan de que el grupo nos lleva ya 30 minutos. Dejamos todo y salimos a toda prisa.
Al entrar en el recinto nos encontramos con que el camino está flanqueado por bolsas de papel con velas encendidas marcándonos el camino. Es una preciosidad. Recorremos los casi 2km de desfiladero prácticamente a la carrera para ver si alcanzamos al grupo. El camino es excepcional: un desfiladero que nos iba encerrando casi por completo y al mirar hacia arriba, la noche estrellada. La luz de las velas hacía su efecto mágico. De repente oímos a lo lejos música beduina y nos damos cuenta de que estamos llegando a nuestro destino. Ante nosotros, en medio del desfiladero se aparece de repente el Tesoro. Sólo se distingue su forma, pero es grandioso. Toda la explanada está llena de velas, lo que da un toque mágico a la escena. Nos sentamos a admirarlo y mientras los beduinos tocan los distintos instrumentos que usan. Nos ofrecen un té y pasamos un rato hasta que llega el momento de deshacer el camino andado. Es sobrecogedor.
Llegamos al hotel y descansamos. Por cierto, Hotel Mövenpick Resort: un gran acierto a un precio más que razonable para su categoría.
Viernes 25 de agosto
Nos levantamos a las 7 de la mañana y desayunamos para comenzar temprano la visita a Petra. Recomiendo comprar el pase de 2 días, que compensa con creces, y si se puede, ir con carné de estudiante, que tiene una reducción de aproximadamente un 50%.
Hacemos el camino de la noche anterior, pero esta vez, admirando los colores y las formas de las rocas del desfiladero. Es asombroso, un camino privilegiado. Sabemos más o menos lo que vamos a encontrar, pero de nuevo me sorprende la aparición del Tesoro tras una más de las muchas curvas que vamos pasando. Es increíble ver una construcción así en la piedra. Comienzo a hablar con Aarón, un beduino que daba paseos en camello. Es una persona muy agradable y habla razonablemente bien el inglés. Le digo que ese día prefería hacer todo a pie, pero que probaré el camello al día siguiente. Me indica cómo organizar los dos días y por donde se va a cada sitio. Pasamos el tesoro, y es entonces cuando me doy cuenta del tamaño del recinto. Es una ciudad enorme que cubre una gran superficie, y que está construida directamente en la piedra. Todo es excavado.
Visitamos el anfiteatro y las tumbas de la parte derecha y optamos por dejar la subida al monasterio (el punto más lejano) para las 16:00, hora que nos recomiendan, dado que es cuando de la sombra por la ascensión. Los demás deciden aprovechar para comer, y yo decido investigar un poco durante esas 2 horas que quedan. Aprovecho para hacer la ascensión a la explanada de los sacrificios. Subo solo a un ritmo mucho más rápido y veo la vista desde ese punto. Precioso. La gente de allí me dice que ese es el mejor punto para ver el amanecer en Petra (claro, que habría que hacer la ascensión de noche).
Busco un camino de bajada directo hacia el restaurante y mientras inspecciono, me encuentro a un policía tranquilamente sentado en una roca en lo alto. Intento hacerme entender, porque sólo hablaba árabe y preguntarle si podía bajarse por ahí, o si existía un camino por esa zona de la montaña. Al menos saber si era peligroso. No sé qué entendió realmente, pero muy amablemente se puso a buscarme un camino de bajada por ahí, porque preparado, no había ninguno. Así que empezó a indicarme y acabó haciendo todo el descenso conmigo. La bajada fue una gozada, aunque no apta para todos los públicos. Una mezcla de descenso y escalada. Siempre probaba el primero y me preguntaba después si me atrevía o no. Fue más o menos sencillo, aunque hubo un par de puntos con un poco más de tensión en que hubo que dar un salto de 2 o 3 metros de caída. El caso es que llegamos abajo enteritos.
Me reuní en el restaurante con los demás e iniciamos el ascenso al monasterio. Puede subirse o bajarse en burro, pero debe dar bastante impresión. No lo probamos, ya que las chicas dijeron que ni muertas iban en burro por ahí, y además, da un poco de pena ver a los pobres animalillos tan cargados subiendo por ahí. Es una subida larga y muy bonita. Al final, un templo parecido al Tesoro, pero en mejor estado. Lo sorprendente del Tesoro es su aparición de repente en medio del desfiladero. Por eso se ha hecho la construcción más famosa (bueno, por eso, y seguramente por Indiana Jones). Pero lo cierto es que el Monasterio está mejor conservado aun. Es grandioso (50m de altura).
Subimos un poco más por un par de caminos que salían del chiringuito para acceder a dos miradores con unas vistas espectaculares. Desde ellos se ve la imposibilidad de acceso a la ciudad desde esa parte. Uno de los miradores se llama el Mirador de los Sacrificios, y por lo visto, algún turista ha muerto por ahí despeñado. El sitio es muy propio.
Bajamos de nuevo al Monasterio y los del restaurante nos dicen que se puede subir a lo alto del Monasterio por una escalerita medio excavada en la piedra que sale a la izquierda del edificio y una pendiente, que en su base tiene un cartel que dice “No climbing”. Pero bueno, digamos que se trata solo de una recomendación. Sólo subí yo, que soy el que no tiene vértigo, además de ser el inconsciente del grupo. No era demasiado complicada la subida, y merece mucho la pena. Era una gozada, podías sentarte encima del frontón del tempo, o de la bola de decoración que lo remataba, que está a 50 metros de altura. La vista desde allí es increíble. Ves los templos del valle de abajo, y al mismo tiempo las montañas hasta donde alcanza la vista. Bajé e invité a los demás a subir, pero no quisieron. Los del sitio nos indicaron que desde allí arriba era el mejor punto de toda Petra para ver el anochecer. Los demás decidieron bajar a verlo desde los palacios de abajo cerca del Tesoro, para no estar lejos al empezar a irse la luz. Yo me uní a un grupo que se quedaba con los del local, que les iban a acompañar luego en la bajada. Estando todos arriba, los demás optaron al final por no quedarse, y yo dudé si sería conveniente quedarme totalmente solo allí sabiendo que tenía que recorrer muchísima distancia cuando empezara a anochecer. Los de allí me dijeron que desde que empezaba el anochecer hasta que no había luz tenía aproximadamente 1 hora. Así que opté por quedarme solo y comenzar el descenso en cuanto empezase a anochecer. Creo que es de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, aunque no fuese muy sensata. Qué sensación de paz y tranquilidad en lo alto del Monasterio yo solo mientras esperaba la caída del sol. En cuanto desapareció, comencé la bajada a paso rápido. Mi objetivo era llegar al Tesoro antes de que fuese totalmente de noche, ya que desde ahí, el desfiladero sólo tenía un camino y no podía perderme. Sólo veía posible peligro en el descenso desde el Monasterio hasta el valle, que si me equivocaba de camino, sí que había zonas peligrosas. Pero ese tramo era el primero, y había luz suficiente para pasarlo sin excesivos riesgos. Toda esa vuelta fue increíble. Era totalmente feliz. Petra era sólo mía. Ya no había niños con burritos, ni vendedores en puestecitos, ni un solo turista. Estaba absolutamente solo en Petra, viendo como cambiaban los colores de la piedra según se iba yendo más y más la luz.
Llegué a la zona del restaurante cuando ya quedaba poco luz, pero algo quedaba. Allí estaban cenando los que trabajaban allí y me dijeron que si quería que me acercasen en coche hasta el desfiladero, que empezaba a ser de noche. Acepté, pero entonces me dijeron que 10 dólares, y les dije que no. Había camino de vuelta por el valle, y conocía bastante bien la zona después de recorrerla de un sitio a otro durante el día. Y no había peligro, esa parte era llana y sabía muy bien por donde tenía que ir. Así que fui deprisa de camino al Tesoro, y llegué sin problemas. Cuando llegué, estaban dos chicos que trabajaban en el puesto de enfrente del Tesoro tendiendo unas alfombras en el suelo y tomando un té. Me invitaron a sentarme con ellos. Me ofrecieron algo de picar y estuvimos charlando durante casi una hora. Uno de ellos, Audi, me dijo que tenía unas fotos muy bonitas de Petra, que si quería me las enviaba. Así que me pidió el mail. Curioso cuanto menos el que una persona que vive todos los días dentro de la ciudad de Petra, que duerme ahí, me pida el mail. Se lo di, evidentemente. Me invitaron a dormir si quería en la mejor habitación de Petra: al aire libre, frente al Tesoro, y con el cielo lleno de estrellas. Pero tenía que irme, que no quería asustar a mis compañeros de viaje. Además, para una noche que dormíamos en un 5*… Me dijeron que si volvía por Petra que estaba invitado a quedarme con ellos y con los beduinos allí. La verdad es que es algo que emociona un poco. Me despedí hasta el día siguiente, y entonces Audi me dijo que si volvía por la mañana, que me llevase su móvil, que tenía una pequeña linternita que no daba mucha luz, pero que permitía hacerse una idea de la senda a seguir. ¿Quién haría algo así en la sociedad en la que estamos acostumbrados a vivir? Acepté encantado y comencé mi vuelta por el desfiladero.
Fue una vuelta increíble, uno de los mejores momentos de mi vida. Yo solo en Petra, atravesando el desfiladero a oscuras, con un silencio absoluto y un cielo lleno de estrellas que asomaba sobre el desfiladero.
Al llegar al hotel, las mujeres estaban un poco preocupadas por mí. Pedí disculpas por haberlas preocupado, pero la verdad es que no me arrepiento de nada, porque fue una experiencia inolvidable. Cenamos en el hotel y después nos tomamos una cerveza con un par de españoles que conocimos unas horas antes en la ciudad de Petra, que nos contaron sus experiencias por Oriente Medio.
Sábado 26 de agosto
Hoy nos hemos ido de nuevo hacia las 8 de la mañana a Petra para ver la parte que nos faltaba. Lo primero ha sido devolver el móvil a Audi y darle las gracias por todo. Me he encontrado también con Aarón, el beduino de los camellos, que me ha recibido como a un amigo, y me ha explicado cómo acceder a la parte que nos faltaba. He quedado con él en la salida de esa ruta en la zona de los restaurantes para subirme desde ahí en camello.
Hemos hecho el recorrido viendo la Fuente del León, el Triclinium, etc. Es una ruta muy bonita que recomiendo hacer. Los demás han acortado un poco para ir hacia el hotel, y yo he bajado más hasta donde había quedado para encontrarme con Aaron. Mi primera experiencia en eso de montar a camello … y muy bien. La verdad es que creí que me parecería más inestable. Acerté de nuevo probando una nueva experiencia. Subimos desde el restaurante hasta la entrada del Tesoro, y me despedí ahí. También Aarón me dijo que si volvía de nuevo a Petra, que estaba invitado a quedarme con ellos dentro de la ciudad de Petra a dormir con los beduinos. Uno de sus familiares además, estaba casado con una chica de Madrid y vivían ahí con ellos en la parte del Monasterio.
He hecho mi último recorrido por el desfiladero a pie, tratando de disfrutarlo al máximo, y el último tramo desde la entrada del desfiladero hasta el punto de visitantes, lo he hecho a caballo.
Hemos recogido todo y dejado de la habitación del hotel con un poco de retraso, a eso de las 12:30, y hemos pasado las últimas horas disfrutando de un merecido descanso, por fin, en la piscina del hotel. A las 5 hemos quedado con Mohamed para que nos lleve a Amman, desde donde mañana temprano, cogemos el vuelo de vuelta a Madrid.
Dormimos en el hotel, donde por cierto se celebraba una boda local, un tanto diferente a las nuestras. Los hombres por un lado, las mujeres por otro. Cena y a dormir, que salimos a las 5 de la mañana rumbo al aeropuerto.
Domingo 27 de agosto
Cogemos el vuelo que nos lleva de vuelta a casa haciendo escala en París. Se terminó nuestro viaje.
( Ignacio Navarro Valdecantos )